lunes, 5 de octubre de 2020

2 poemas de María Elisa Caputo (Buenos Aires, 6 de mayo de 1993

 SAN MARTÍN 321

Abro la ventana de la vieja habitación
de mis hermanos
que devela el primer rayo de luz
pero el gallo está despierto
y cacarea hace rato.
Descubro el edén cotidiano
del que me fui hace diez años
por primera vez.
La calesita en el patio
gira oxidada y lenta
mientras mamá sujeta
una pila de ropa empapada
con broches de todos colores
gastados.
Rompe al aire la caída de hojas
por una fina ruta de viento
al suelo.
A través del matiz d´este único árbol
puedo narrar el tiempo.
El almacén de papá
es hoy un ambiente vacío
ajeno al mostrador donde mi niña
bailaba con la panza al aire y sin miedo.
¿La humedad en las paredes
a través de los años
guarda tesoros?
San Martín 321
mi calle era de tierra
a media cuadra del techo
de mi abuela materna
San Martín 268.
Ahora hay asfalto y
llego más rápido en bici
a mirar el atardecer atrás
del cementerio
hasta me deje de dar en la cara.
Mi pueblo es la infancia
que no se abandona.
A veces quisiera volver
nadando en el tiempo
si es posible por el fondo del océano
sin que me haga falta el oxígeno
durante horas y horas
pero sé que regreso a este hogar
de a ratos y al apego
como el amante a su casa de familia
con tanto amor
como secretos. 



LA FE ESTÁ EN LA PRÁCTICA


Niña, vos ves las venas que nadie encuentra
en medio de lo precioso y lo frágil
de la piel
nada te exige y sin embargo tenés
la capacidad de amar cuando tocas
el cuerpo de quien te espera
después de horas
de tantas horas como paredes blancas
que dejan que la imaginación
encuentre en ese cuarto
a la luz del sol o a las estrellas
que están allá afuera.
Niña, las manos de quien te espera
son de mi abuela
y quisiera hoy disfrazarme de vos.
De la enfermera a la que nombra y quiere
como a cada desconocido por los que reza.
Reconstruir el mapa de escaleras
y caminos que haces hasta llegar a esa sala
mientras yo no estoy.
Niña, no importa donde
importa cómo y cuánto amor encarnas
en la mirada.
Casi como si el alma de tu persona
la tomara de la mano y
la abrazara fuerte.
Fuerte
como mi abuela en cada batalla.
La fe siempre termina siendo
un asunto de la práctica
del movimiento invasivo
a la hora de poner un suero
de la simpleza perfecta
de dar agua en la boca
del líquido que se inyecta y se desliza
para curar.
Niña, en cada rastro y cada cicatriz
la fe siempre es una primera vez
como el amor
y tarde o temprano sana
porque para mi abuela no existe el tiempo
porque mi abuela es eterna.

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