lunes, 28 de diciembre de 2020

2 poemas de Flavia Calise (Buenos Aires, 13 de enero,1992)

 Más

se derrite una flor

en la boca de un país

¿hoy pudiste salir?

no me alcanza

la pastilla el vaso

el gotero arriba de la lengua

no me alcanza más

un hombre una mujer

no me alcanza más

alguien más

no sé qué pilas lleva

mi cuerpo



De fuego

un hombre en una moto

me apunta con un arma de fuego

grita que le dé todo lo que tengo

entonces caigo debajo de la superficie

que hay en algunos sueños

qué tengo yo para darle

siempre viene alguien

a hacer esa pregunta

estoy cambiando de piel

ahora es un cuerpo muerto

mi cáscara en el suelo

dice el noticiero que en Caballito

arrojaron a un hombre

desde un auto movimiento

pero siempre caminamos hacia afuera

desapareciendo en la distancia

pero siempre caminamos hacia adentro

y caemos en distintos lados

pero sigue el movimiento

no sé si debo plantar paredes

entre nosotros

para que no digas

lo que pueda herirme

no sé plantar paredes

entre nosotros

por favor no sigas arrojándome

hacia el movimiento

lunes, 21 de diciembre de 2020

2 poemas de Melisa Papillo (Buenos Aires, 1984)

Unos desconocidos le hablan a mi hijo en la playa.

Se agachan, le sonríen. La capelina que traen
se va a volar si siguen distraídos.
Él, lleno de arena hecho
milanesa
convencido de descubrirles
el mundo, señala el mar
y les dice seriamente:
esto es agua.
No es poco tener
claridad, sencillez,
lenguaje sin vueltas de cordón.
La pareja se ríe y camina
hacia la orilla.
Cuando logran el fondo perfecto
sacan una selfie para no perder
de vista nunca lo que les acaban de revelar.






Dejo flotar por la casa las piedras que traigo.

Una con forma de barco
que antes fue corazón del Quilpo
ahora es mi pie en su orilla
la tarde de un febrero.
Lamento, piedra, haberte sacado de tu agua en movimiento
pero necesito lo poroso y compacto como recuerdo:
ese día fui una chica
a la que le picó una abeja el pie,
río abajo con una piedra pesada en su mochila caminó
renga y feliz.

lunes, 14 de diciembre de 2020

2 poemas de Horacio Maez (Buenos Aires 1969)

 Del libro Pequeños rastros que se alejan, que se editará en 2021 por Kintsugi Editora

Fuimos a ver a otros del oficio

y encontramos a Fabio que nos cuenta
de esos charangos que son hermanitos,
los dos, hechos del mismo tronco y miramos
el abeto que muestra sus vetas anchas
como si el tiempo en él hubiese sido
un lento transcurrir profundo y manso.

Tocalo insiste, entonces comienza el rasgueo
que ofrece un timbre claro como clara
está la tarde soleada de domingo
que nos hace olvidar ayer, mañana
para dejarnos mansos, retraídos.




Son mínimas variaciones de un tono

que se agregan, contándonos
del pequeño fuego que da cobijo.
¿Lo escuchás?, me dice Celina,
son mínimas, de una profundidad intensa
que cierran el movimiento
y lo hacen, como lo hacen las anémonas
para proteger el polen de la lluvia,
simplemente se cierran. ¿Lo escuchás?
son mínimos movimientos del cuidado.

lunes, 7 de diciembre de 2020

2 poemas de Claudia Bragoni

 Cáliz

el mediodía llegaba  
con platos a la mesa
como pétalos de una flor
desarmada

todo decía
que éramos
solo eso
si no fuera
por tus manos
trayendo aquí
llevando allá
                                entre tanto
                                reposadas
                                en cada hombro
repartiendo la comida
igual de cerca mío
que de todos

Foto por: Gustavo Gottfried



La Srta. Tabuki Mori        

le cruza la frente
la lustrosa
ala de un cuervo

y por debajo
antes de los ojos
otras dos 
volando se le abren
hasta las sienes

mascarones de proa
sus ojos avanzan
cruzando 
el mar

un punto en el centro
de perla blanca
la nariz

y la boca
entreabierta
colgando abajo
roja y pequeña

arma
todas las palabras

lunes, 30 de noviembre de 2020

2 poemas de Julieta Paoloni (Córdoba Capital, 12 de agosto de 1994)

 Este año editó su primer libro de poesía, "Como el agua cuando corre", junto a Hexágono Editoras.

AIRE


II

-respirar es lo único que tenés que hacer-
transformar la materia vital en sonido
sin participar de esa transformación
tenés que ser
sólo un canal abierto
lleno de espacio
por donde entra y sale el aire

escucho entiendo pero no puedo evitar
que el fondo interior de mi boca
arme minuciosas estrategias
basadas en minuciosas tensiones

llevo en cuello y hombros
palabras exclamaciones
formas del amor
que dicen que para todo
hay que hacer cosas
hay que hacer cosas
hay que hacer

pero resulta que para cantar
tengo que desarmar
el molde el hombro el cuello
las ganas de tener
las cosas bajo control
de otra forma nada
tiene forma
de canción



III

Sé cómo ir por el mundo
sin hacer ruido
y también sé
que hay revoluciones
que parecen de aire
pero el aire
es lo que está antes
de todas
las cosas.




lunes, 23 de noviembre de 2020

2 poemas de Luis Bacigalupo (Buenos Aires, 1958)

 COMO LAGARTOS


Un día llegó el invierno y nos halló al sol
al amparo de un médano calentándonos
adormecidos por la música que el viento
venía a traernos de alguna lejanía.

Como quien permaneciendo en un sitio
toda una vida sin enterarse o, mejor,
sin vida permanece en un sitio del cual 
ya no habrá de enterarse jamás, 
estábamos solos, allí.

Mañana nunca habría de llegar 
ni mañana ni nunca
ni en nuestros pensamientos dispuestos
de modo perpendicular a nuestros cuerpos y
dispuestos, también, a ocuparse de nada. 

En tanto sigamos quietos no habrá de llegar 
un solo recuerdo a estas orillas que nos vieron nacer 
ni bajar a la playa un resto de infancia, una voz, 
un juego, un atisbo de conciencia de otra realidad. 
Todo

cuanto podía haber a nuestro alrededor
-arena, mar, cielo-, nos pasaba por alto 
igual que esas nubes a las que no prestamos 
la menor atención. Sin embargo

nos complacía por el hecho de haber estado allí 
desde siempre, tanto el aire que respirábamos como
el que abominábamos.

Sin saberlo, debimos de haber abandonado
todo por nada
y cuando el sol se ocultó a nuestra vista
el adiós de los tontos se hizo inevitable.

Pensábamos 
en eso casualmente cuando tendidos al sol 
sopesamos temerosos las consecuencias 
que pudiera acarrearnos proyectar nuestros días
al amparo de un médano en un tiempo 
sin retorno.
Pensábamos en eso con la frecuencia cansina
de las olas, esas que embisten contra 
una rompiente imaginaria y, sin poder evitarlo,
en la cúspide aun de nuestra tristeza, de nuestra
dulce y triste felicidad pensábamos, también,
desde dónde habríamos de precipitarnos
al vacío de un sueño sin fin. Y así,

al cabo de que las formas se sumieran 
en sus sombras y las sombras en sus formas
nosotros hicimos lo propio, aunque volvíamos,
no obstante, a empezar, adormecidos en la arena, 
calentándonos al sol, como lagartos,
en alguna lejanía.






HUMEDADES DICENTES


Nada que nos permitamos decir
o significar en un rapto de escritura intensa 
supone algo del orden de la revelación 
amar
una emergencia o el sentido acabado 
de un propósito 
morir
en tanto entidad sujeta a una lectura 
a una interpretación acerca del poder
autoridad más o menos competente 
intemperancia del verbo 
y sus usos
anhelo, perplejidad, a menudo 

paño que absorbe humedades dicentes 
de la lengua, disidencias solo 
a menudo, porque de vez en cuando también
la excepción se constituye en regla
y lo dicho es arrojado a una distancia razonable
de todo azoramiento. Entonces,

el frío que te conocí, que supe de vos 
aquel frío ingrato no es
este diamante que hoy se apaga.

viernes, 20 de noviembre de 2020

2 poemas de Stella Maris Ponce (Concordia, Entre Ríos)

Del libro La Voz. Poemas del Caleidoscopio. Ediciones en Danza (2019)

Máquinas

después del despegue sin carreteo
el tambor metálico del lavarropas
comienza a girar y revuelve la ropa sucia
que la espuma disimula en nubes de color

ya la máquina en pleno vuelo
el ruido de a bordo es permanente
y se intensifica hacia el final
con el centrifugado. Como si se tratara
de un alunizaje hay que bajar
a un mundo blanco por el círculo de vidrio
sacar la ropa limpia y extenderla
en algún lugar mirando al cosmos

curiosa la ventana
por donde todo entra se procesa y sale
curiosa la nave
diríase un vientre con las vísceras en movimiento
o quizá el cerebro procesando recuerdos

¿será por eso que veo planeando suavemente en la cuerda
con ropa tendida, un imperceptible cordón umbilical
entre cuyos extremos el pasado y el presente
exponen sus huellas como trapos al sol?






Del libro Spirituals. Ediciones del Dock (2015)

Cantos de la inocencia

siempre era así

madre me lavaba el pelo

y yo le pedía un rodete alto, alto

lleno de espuma blanca

que a veces caía por el cuello hasta la espalda

como un manto de novia

 

después corría al espejo

para mirar esas formas de nubes

las copas de los árboles

con sus nidos y sus pájaros

las alas y los picos

el ramillete de flores de jazmín

 

todas las pequeñas cosas que estaban en mí

saludándome ya desde entonces

entre los bordes biselados

y mi voz nombrándolas

escribiéndolas en el aire

en ese canto que aún permanece.

jueves, 19 de noviembre de 2020

2 poemas de Laura Wittner (Buenos Aires, 1967)

Por qué las mujeres nos quemamos con el horno


La marquita roja la tenemos todas.

Acá en la mano izquierda, con la que escribo

está también mi quemadura de horno.

Si la miro muy fijo, sobre el radio

se me despliega en tres:

se me tridimensiona la muñeca

y entrecerrando los ojos pueden verse

la muñeca de mi madre, la de mi abuela

y, en un tirón hacia delante, la de mi hija

picada de mosquitos, pulida y ya dispuesta

a la marca de la rejilla ardiente.




LOS CHICOS JUEGAN EN LA PLAZA


Más atrás siluetas juegan tenis.

Todavía más atrás está el zumbido

que se eleva desde algún fluir de tránsito.

Y más atrás el paredón

irregular de los edificios caros

de los cuales a esta hora sólo uno

y sólo en los dos pisos superiores

retiene luz de sol, bastante aguada.

Ahora, fijate lo que pasa:

de entre la ronda de pinos que son tu primer plano

alguien, un pájaro, rompe a trinar

a todo lo que da,

con desafío y con oficio:

es breve lo que emite, y eficiente.

Si estabas con la vista sobre el libro

al mirar hacia arriba entendés de un tirón

qué es lo que imanta esas capas superpuestas

de urbanismo irreal que te contienen.

Cómo es que no se desmoronan

estrato por estrato dejándolos a ustedes

desnudos en mitad del escenario.

Pero entender fue tan fugaz

como el grito del pájaro.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

2 poemas de María Eugenia Fernández (Buenos Aires)

 ENFERVORIZADA

Mi voz perlada de desencanto

retumba en los recovecos de mi alma

perseguida sin mayor fin que

tu presencia, incluida en resquicios

de temor y muerte.

 

Salvedades a parte, la idolatría muere

y no puedo precisar mi propia insignificancia.

 

Luz de mi ser, oscuro y lejano,

arte de palomas ateridas,

sarcasmo que enrojece las mejillas,

clara cúpula del desconocimiento.

 

Poder mirar y no ser

poder alcanzar y no ver.

 

Con tus brotes reclinados en la espera

me desea el corazón una certeza:

es lubrica, azucena y jazmín:

no quiere volverse carmesí.  

 

Quizás abarca el odio,

quizás, la premura la llama y la  erotiza,

suplica es fervor, es avaricia,

clara consistencia del error.

 

Pecho esgrimido en sano amor

en tristes odios se trastoca,

pétalo feliz, flor luminosa,

claro desentierro de un nacimiento.


LOCUS AMOENUS II

Todo el patio lo parece.

Llamo patio a la selva

que se imprime al lado

de la casa.

En el semicírculo cuadrado

que es la vida.

Emily se para y dirige

su mirada hacia mí.

Su sonrisa alimenta al sol.

Delante de ella,

un hornero y un gorrión,

espectadores ajenos

a su belleza.

Por varios segundos,

la contemplo:

sus ojos, de cachorra insumisa,

devuelven el sentido a las cosas.

martes, 17 de noviembre de 2020

2 poemas de Jésica Galeano Jarcousky (13 de agosto de 1986, Buenos Aires)

 Del libro Claroscuros de la persistencia. Editado en 2018 por Tequisté Ediciones

Sobre el riesgo que encierran los objetos

La mujer coronada va
haciendo equilibrio para no caerse
como una letra desprolija nacida del apuro
en puntas de pie por el renglón.

Coronas fúnebres
adornan las sienes
y es la letra la que salva
ubicándose en los cuadraditos
como quien ordena una mente
como quien ordena medias rojas en un cajón
y lo cierra 
para no ver el peligro.


Como moscas en el parabrisas
“quieto de recuerdos
           exilios
alguna vez tan tristes
            las risas”
Celia Gourinski


Porque huirse no es exilio
los recuerdos se pegan
como carne a los huesos
como moscas en el parabrisas
conglomerado putrefacto
no deja ver el recorrido.
La tristeza es otro afán
como querer acercar a alguien
con el pensamiento
y crearse
un magnetismo extraño
donde por cada risa pasada
permanezcan solo lágrimas
dibujando los rostros.

lunes, 16 de noviembre de 2020

2 poemas de Denise Stephanie Ferreira (14 de marzo de 1993, Buenos Aires)


 La incertidumbre del pez
 

En la desesperación de una cría

por ser alimentada por vez primera,

en el hambre del oso luego de

hibernar durante seis meses,

en la incertidumbre del pez que

será devorado por algún acuífero.

Dentro de este triángulo

estoy

y, creo, seguiré estando.




Fotosíntesis
 

La luz me abruma

pero me fotosintetiza para seguir.

 

Báscula implacable me remueve

renueva mi deseo y porvenir.

Y estás vos

por venir me.

 

La masmédula se me

rompió aquel día en que

oscureció

en mi habitación.

 

Quisiste arreglar el olvido pero

ya ni me acordaba de que no estabas.



viernes, 13 de noviembre de 2020

2 poemas de Carlos Monti (Buenos Aires, 30 de junio, 1961)

Muelle

Palos enflaquecidos por el rumor de las aguas
destellos de plata, alfombras almizcleras
tibias estelas viborean el alma.
Una ráfaga otea la piel,
la enlutada tarde
se duerme
en el
trajinado río.
El firmamento alumbra y
destella tablones enmohecidos.
Los mimbres danzan
 y las chicharras chirrían
el amanecer.



Luna

Simplemente luna.
Amando, sintiendo tu resplandor.
Tus más oscuros, cavernosos, oníricos, trasnochados rumores.
Te vi, bebí de tus senos,
perdiéndome en la comisura
de tus fauces.
Extasiándome en el rubor
de tu desnudez.










jueves, 12 de noviembre de 2020

2 poemas de Sandra Gudiño ( Santa Fe Capital, 18 de junio de 1966)

Poemas que pertenecen al poemario Ni hippie ni limonada, (se edita en 2021).


Raros peinados nuevos

He visto los mejores vicios 
de mi generación
me los tragué          a todos

sin miedo al amor
sin miedo al sexo
sin sexo con miedo
con miedo a mí.

Cuando la mente de los pibes
no era una pecera
con bordes oxidados
y el dolor giraba en la plaza
con pancartas y pañuelos
blancos.

He leído poetas prohibidos.
Imaginen a los dinosaurios 
                         en la cama
rock en la disco
sandalias de corcho 
minifalda

sin tatuajes  ni piercings
ni hippie ni limonada
barro               tal vez.
El sida parado ahí
mirando.

La poesía era sólo 
ese diente de león 
en la grieta de la pared.

Porque la memoria del miedo
vino después.


Pequeñas historias

No es verdad que estoy sola
y tomo té a las cinco de la tarde
está el miedo 
hueco en él          me sumerjo
para no pensar en vos          ni en la muerte
también está el vacío
donde antes hubo una casa               sólida
ahora hay escombros.

Desde el portarretratos floto
joven           como en un cuadro de Chagall
                                                       y sonrío.

Me cubro la cara        miro entre los dedos
rostro hermoso           casi amable:
moneda de cincuenta
                               en el bolsillo 
soy.

Túnel verde 
por donde pasa el viento
me salgo de la vaina y crezco
como maleza               desde el tercer ojo
y lo cierro        hasta la próxima cosecha.
Palmo a palmo recorro
cada pliegue fino:
                                 rugosidad de humo. 

Me sorprende lo poco que queda
de mí                    marchito en el florero.

Hay días en los que una recoge 
pedazos de historia
                                          y se los traga.

martes, 10 de noviembre de 2020

2 poemas de Sandra Mendizaba ( Santa Fe, Argentina, 13 de Enero de 1979)

*
Mariposas esquivan caireles,
el azar dibuja en sus alas recónditos destinos.
Presiento una noche de rubor,
de un sólo brillo su sed.
Otra ausencia ha sido escrita fuera de este sueño.
Pájaros blancos parten de mi alma,
me besan, acompañan en esta fragilidad, que soy.
Rubor que perdura ancestral en esta Razón, que soy.
Desprevenida de lluvias, descubro un espejo 
que sufraga perfumes del Oriente y de otra manera 
recita para mí, obras antiguas.
Aquel espejo besará las cartas de este juego
cuando soñando cante tu boca los versos,
más azahares y el mar vuelva al equilibrio ZEN


*
Los niños juegan, adoran los espejos y los dibujos.
Estuve allí y te ví, en bicicleta y carrousel.
Pequeño amanecer de mi boca.
Suenan las sirenas y soy tu escultura, tu cielo, tu afán.
Mi haber tiene eclipses.
Mis otros cuerpos no existen.
No me rindo entre las sombras, que también soy.
No te duermas, las campanas brillan, llaman.
En el jardín tu boca me espera,
la magia incita la primavera, no decores el cristal,
ellos están jugando.
Las flores jamás traicionan este fulgor.
Visitante de tus cuarteles secretos,
los misterios rituales invoco
y mi boca muda se desnuda sin pudor,
al sentir que los pétalos no desprecian los azahares,
ni el tiempo es poco ni mi boca ajena.

lunes, 9 de noviembre de 2020

2 poemas de Beatriz Actis (Sunchales, Santa Fe, 1961)

Dos poemas inéditos

Sobre el invierno

Escuchamos un ruido extraño
en el medio de la noche
Pensé como en un sueño:
es un chico noctámbulo
jugando a la pelota
en la vereda
Nos levantamos,
espiamos a través de la ventana.
Eran caballos rompiendo las bolsas de basura
Oí tu voz
como en un trance:
   En las galaxias hay días
   y también hay noches.
Y como en aquel poema
pensé en todo lo no vivido que queda
en lo vivido.
Durante la mañana había encontrado
a un viejo amigo
en el justo centro de la calle
en donde el viento del puerto
nos apretaba los abrigos
y nos hacía temblar,
el viejo viento azotando nuestros cuerpos
desde el puerto
vencido.
Dijo mi amigo
después de un largo tiempo: te extraño.
Y me acordé de tantas cosas,
aquel deambular por la ciudad
cuando éramos jóvenes apenas,
aquella sensación de amanezco en el mundo
Todo retorna y se va desvaneciendo lentamente
como islas a la deriva.




Sobre el invierno (II)

Había leído aquel poema de Montale sobre la calle de la media luna
antes de conocer Edimburgo.
Era diciembre,
la primera nevada caía.
A poco de llegar vi que la media luna no era
una calle sino una batería del Castillo que amenaza o embellece la ciudad.
En el poema dice Montale
“el hombre que predicaba bajo la Media Luna
  me preguntó: ¿Sabes dónde está Dios? Lo sabía
  y se lo dije. Movió la cabeza”
(es a la vez espléndido y triste)
Entramos en un bar de la ciudad medieval, una tarde oscura, huyendo de la
tormenta.
Adentro, mujeres de nacionalidades inciertas (¿danesas…?) bailaban, y
escoceses tocaban guitarra y violín,
todos bebían bajo la mirada estática —eterna— de un retrato de Robert Burns.
No teníamos frío, no teníamos miedo, éramos jóvenes y amábamos,
no nos delataba la mortalidad.
Afuera,
escoceses pasaban
silbando bajo la ventisca.

domingo, 8 de noviembre de 2020

2 poemas de Mauro Rastelli Polanco (Buenos Aires, 14 de Agosto de 1987)

Poemas del poemario Caminar entre palabras publicado en 2017.

Leyendo a Rimbaud

Hay chicos que juegan
Hay pájaros que cantan
Hay infancia y juventud
Hay árboles frondosos
Hay un sol que nos mira.



*
En otoño
lloras hojas amarillas
la brisa refresca tu alma
con las primeras flores
canta el hornero en su nido
Y en las tardes de verano
puede escucharse el mar
que tus ojos de agua clara
reflejan.

sábado, 7 de noviembre de 2020

2 poemas de Ana Paula Piretro. Coronel Moldes (Córdoba), 1984.

 Poemas del Libro “Corteza”, de Ana Piretro. 
Ilustrado por Nahuel Sánchez Tolosa y editado por Malasaña Ediciones 
en el año 2018.


Como Alicia en su país
ramo de sal en una mano
y campanitas en la otra.
Deslizate en la bruma
y salvate de la decoración
que envuelve las columnas del palacio.
La nariz, asomá
el estómago
los pies
 las golondrinas.
Caminá por el bosque oriental
“casi nunca se tiene nieve a mano”*.
                                                                 
                                                            *"Diario de golondrina". Amelie Nothomb.



La multitud tiene hambre
corre desorientada
en la densidad del tiempo.
El deseo propone un juego:
recomenzar 
que baje la fiebre
se pueblen las fuentes
y recuperemos la risa.


viernes, 6 de noviembre de 2020

2 poemas de Carlos Nuss (Entre Ríos, en 1979) reside en Comodoro Rivadavia, Chubut.

 Ambos poemas del libro  “Personas, lugares y otros mundos de barro y piedra” (La Cebolla de Vidrio Ediciones, 2019)

Hijos

Merecían estar lejos de esta autocompasión
por haber quebrado la llave en la impotencia terca
de estas palabras erráticas, de esta tregua bobalicona.
Perdón por nacerlos a morir a cuentagotas,
por caer sin probar nada 
por la urgencia breve de una caricia 
por el amor sentido con furia 
por hacer el amor en medio del odio.
Perdón por no aguardarlos, por no guardarlos 
de esta intemperie, por solo esperar
alguna clase de milagro sin ayudar  
ni un poquito a que suceda.

 ¿Cómo?


¿Cómo hablarte, madre sin que la palabra
sea una piedra arrojada?
¿Cómo cortar el cordón umbilical
de los estuarios que me drenan?
¿Cómo llenar el regazo de las hojas
que son mis nodrizas?
¿Cómo ser hombre sin ser hijo?
¿Cómo ir por ahí hablando tus llanuras
en lluvias para nuevos desiertos?
¿Cómo ser poema sin tu río, sin remar contra la corriente,
sin que la palabra se hunda en el barro?
¿Cómo contarte que el poema ocurre en mí
como un simulacro de lapidación?
¿Cómo escribir sin moldear la piedra para ser objeto?
¿Cómo decir que no siento su vuelo hasta que llega y golpea?
¿Cómo explicar que a medida
que el dolor crece de manera geométrica
las palabras lo hacen exponencialmente?
¿Cómo contar lo que es sobrar en una cama
y faltar debajo de la almohada?
¿Cómo, entonces, ir por ahí
sin carne que ponerme ni leche que me abrigue?
¿Cómo es sentir la pureza de un segundo de silencio?
¿Cómo puede, madre, el amor vestirse con un cuerpo?

jueves, 5 de noviembre de 2020

2 poemas de Cecilia Carballo (Buenos Aires, un 25 de febrero)


De El único color que vemos (saldrá por Editorial Maravilla en este año 2020).

*
Escucho gritos
 portazos
los vidrios se rompen 
el aire corta
ni la nieve
 con su manto inmaculado
borra nuestras
caras de dolor. 








*
Es una espiga 
que atraviesa el cuerpo
lo pincha
 una y otra vez 
a veces desaparece
pero no 
una palabra
situación 
la hace volver
te deshaces 
retornan sus dientes
a tus partes más íntimas
tus días siguen
con relámpagos
contás lo sucedido
te tildan de culebra
él tiene miedo 
de mirarse al espejo
de saber quién es
tu cabeza resuena
no sabés a donde ir
alguien te escucha
te cree
igual no podés fluir
se asoma
se queda
la espiga. 

martes, 3 de noviembre de 2020

2 poemas de Alejandra Mendez Bujunok (Santa Fe, 1979)

CONTRAPUNTO


Para cubrirme del desamparo virtuosista

de la fantasía en un lunes con luz tenue,

luz ínfima de pared cualquiera del mundo,

de la vergüenza cromática en la fuga

no vista ni aceptada,

creo el contrapunto

que es ese fino oficio en el origen.

Como un triste dios pequeño

a tientas sufro

practicando mi libertad.


DE LA MANERA EN QUE ME SALVO

No uso reloj en la muñeca
(es triste el mundo de los ajustados)

No uso gafas oscuras de sol
(es triste el mundo de los escondidos)

No uso paraguas de la lluvia
(es triste el mundo de los protegidos)

Me salvo así
(o eso creo)

De pensar el control de los objetos.
De pensar la distancia de los otros.
De pensar que la lluvia es una maldición.

lunes, 2 de noviembre de 2020

2 poemas de Diego Roel (Buenos Aires, 1980)

 Del libro Las intemperies del mar, Ed De todos los mares.

5

Acudo a una sintaxis quebrada
                                                 para decir
lo que está oculto y se revela
detrás del piar de aquellos pájaros.

Esta brisa desvanece
las formas que habitó la luz:
la noche canta en el día.

Hay ecos de lo oscuro en la carne.

Toda palabra sobre su lomo lleva
el signo y el germen de la muerte.

Toda palabra está cubierta de ceniza.


De El infierno es una bestia callada y triste (triología), Ed De todos los mares


Nadie comprenderá este discurso. 

Yo voy hacia lo que no deja huella,
 hacia lo límpido, lo leve. 

Voy hacia lo que se desliza y crece.

domingo, 1 de noviembre de 2020

2 poemas de Karina Maccio (Buenos Aires, 1974)

 Corazón roto


Podés vivir con el corazón roto, afirmás. Y de pronto, la aseveración es sentencia, lo probable es cierto
decís eso y mi corazón te escucha atento
se rompe
te da la razón
estoy viva
tengo el corazón roto
estoy viva
no hay más que una posibilidad
una muerte muy lejana, metafórica una línea casual casi
de conversación me rompe
estoy viva
no oigo más que el estruendo
un corazón estallado
sigue latiendo
estoy viva
es verdad
puedo seguir
para qué, me pregunto
el cuerpo sigue
para qué
a dónde vas
si ya está todo dicho
Te amo viene con puñal
y es tierno el pecho, abierto
te dejo entrar
te siento cortar
la sangre no impide
te siento agarrar
tanto placer a veces
estrujado fino
el quiebre
tanto músculo para qué
corazón para qué
podés seguir
puedo
lo único que siento es lo roto
no puedo tragar
no te dicen
el corazón roto se esparce
esquirlas en la sangre
entonces duele
la planta del pie
el origen del pelo
la comisura del labio que te encanta besar

duelen los pezones la lengua inmóvil muerta, estoy viva esa es la verdad
a vos que te gustan las verdades estoy viva
sigo
me ahogo pero respiro
no hay ataque no hay síncope no hay
casi
nada
ese casi, apenas un punto diminuto
ese pequeñísimo punto en la nariz de Barthes punto negro
punto corazón
punto arroz
punto
al fin
punto cadena
no
por favor
estoy viva
¿no te parece irónico?
¿no te causa gracia?




Tu corazón partido sigue latiendo, Viajera Bolsillo, 2020.


Corazón llama

Todavía me duele tu cuerpo marcas, mordiscos, trabazón abdominales arrebatados abductores que se quejan cuando de pronto me tenso
siento
el paso veloz de una flecha
ay, me recorre rauda
eléctrico rayo en la médula
ay, que no estabas en mí
y ahora sí, de nuevo
estás
te encuentro deshaciéndote
pura agua sos
espesura
sal marina que sazona
remojás, chupás, mordés
mi piel te llama, alucinada
sol líquido, naranja que rebalsa jugo
tu lengua rueda, paladea, exalta parezco ámbar que te cubre, te encanta nos quemamos por dios
(por dios y todos los santos)
nos derretimos
por dios
(por dios y todas las vírgenes)
nunca pensé no creí
que la pasión fuera
tan de libro
tan aguda tan grave
seria como una esdrújula
crónica
anunciada de síntomas
ataque al corazón que escapa
un pico febril, insoportable quemar
la cabeza
desde los pies la sangre
borbotea, acusa recibo
en caso de incendio proceda
observe las salidas más cercanas
–no hay/
–no hay hueco sin ocupar/
–entramos en todo/ –explorás-andás-tomás/
aunque busques salir
la bomba estalla
está-ya/está-yo
nada es más lo que era

tu cuerpo es otro cantar compartido
decir otro
decir iluminado
en esas lenguas que arden brujas
cuántas oraciones hechizadas arman esa pira que no parece dejar de crecer.
En caso de encuentro usted, mi querido cabeza-corazón-pies va a arder.
En caso de incendio alerta: doble se hace este cuerpo
sueño tenso del otro fuerte nuestro fuego
médula en llamas.




Tu corazón partido sigue latiendo, Viajera Bolsillo, 2020.


sábado, 31 de octubre de 2020

2 poemas de Alejandro Mendez Casariego (Buenos Aires, el 19 de diciembre de 1952)

 Inéditos

*
Llegado a esta edad, 
quisiera que me preguntaran.
Los hijos por ejemplo. Digamos: cosas de nuestra vida,
el porqué de esto o aquello, qué salió mal,
por qué los años de tristeza, 
los silencios. O todavía más adentro, la oscuridad
que nace de un lugar entre los ojos. 
Ellos andaban por allí
y deben haber visto: no fue fácil. 
Pero parece que crecieron
evaluando, por hábito adquirido, la correlación de fuerzas
Lo que se acumula
del lado de lo que vale la pena
es el factor que en definitiva cuenta. 
“Nosotros hasta ahí” dicen sonriendo,
porque toda tragedia - han aprendido bien -
debe ser resuelta en esta vida. Nada más que decir:
hay otros hijos que criar, un jardín que sembrar. La maleza
por dañina que sea, se separa
y se quema, con júbilo, en la hoguera.





*
Atrapados en recuadros, pequeños y borrosos,
momentos felices de la vida.
Pero por  detrás parece desplazarse
una trama insidiosa, algo
que inevitablemente va a ocurrir se agazapa y oscurece
la sonrisa de asombro ante un regalo, aquella navidad.
O, de manera inesperada, tiembla el obturador
y borronea una silueta que se mueve, repentina
saliéndose de foco. Estoy mirando
unas fotos antiguas; niños en salones espaciosos
montados de a dos en caballos de campo
o forzados a posar juiciosos y compuestos
para una foto familiar
en cuyo dorso una fecha
revela, indiferente, la desaparición de todos ellos.
Allí, respirando el aire mas puro del verano
miran obedientes e incómodos hacia donde yo estoy
contemplando su muerte.

viernes, 30 de octubre de 2020

2 poemas de Vanina Santoro (Buenos Aires, 7 de marzo, 1984)

 Ambos poemas del libro Niña de viento y tierra, Ediciones en Danza, 2020.

De Yvytu- Viento.  

17

Estar atenta a lo minúsculo y lo remoto
a lo que viene de lo profundo
cubrirse de miles de burbujas
camuflarse
sobrevivir.
Ser un insecto bajo el rocío.



De Yvy- Tierra.

29.

En la casa de Zeballos Cué
con un caminito de ladrillos gastados
con ranas que a la tarde jugaban a la rayuela
lo vi por primera vez.
Desde el patio techado y al final del camino
un perro blanco me miraba.
En la hamaca multicolor colgada de dos árboles de mango
un perro blanco me miraba.
En la tierra embarrada por el aburrimiento de niña porteña
un perro blanco me miraba.
Mi abuela Irene me contó que solo los niños lo podíamos ver.
Volví contenta a hamacarme en la sombra tibia del mango
transpiré alegría de secreto exclusivo
y ansié más que nada en el mundo
el cocido quemado marca Mickey de mi abuela.
Mi abuela sosteniendo la jarrita enlozada.
Las manos ajadas de mi abuela agarrando, sin repasador,
el metal caliente.
Cómo me gustaría estar ahora en la hamaca multicolor de mango maduro
Cómo me gustaría la rosquita deshecha en el cocido.
Cómo me gustaría que un perro blanco me mirara.

jueves, 29 de octubre de 2020

2 poemas de Franco Barberon ( Bahía Blanca, 14 de octubre de 1964)

 *

Tu piel no es piel 
debajo de mis dedos
es un largo secreto
de senderos
hasta la desnudez
que no cabe en el cuerpo.


*

Ladran las cosas
desde el fondo
de su propia oscuridad
perros mudos
que advierten
que hay algo más
de lo que todo 
 aparenta ser.



miércoles, 28 de octubre de 2020

2 poemas de Cecilia Pontorno (Buenos Aires, 8 de septiembre,1979)

 *

El susto por la caída de un rayo
se olvida, saben

Lo que queda
es el lugar
que habitamos
después del miedo

El surco que deja 
el odio en el aire,
el terror en la carne, vivo

La palabra inútil
sola, no dice nada

La cosa inútil
sola, no hace nada

Pero en la boca furiosa
la palabra y la cosa
se confunden con uno mismo

El tiempo tiene
una manera extraña 
de hacerse el distraído

Se hace llamar cicatriz
pero lo que no se olvida
es haber habitado el miedo



*
el abrazo que soy 
nunca se encuentra 
con otro cuerpo

se pierde 
en la resaca de la luz

allí donde creo 
en la bondad
lo suelto

sobre los campos 
ocres del invierno
me alojan golondrinas
cuando duele el viento

dentro de los ojos 
fuera del silencio
cerca de la noche
guardo los besos
las culpas en la almohada
lo que no veo

el abrazo que soy
me pide
renunciar al miedo

saltar sobre el ceibo
ser una metáfora
del tiempo

martes, 27 de octubre de 2020

2 poemas de Elisa Molina (Córdoba, 1961)

 El ángel de lo diminuto

El ángel de lo diminuto sueña
en pequeño. Vive en el ojo
de una aguja de coser.

La aguja está en una lata que fue
de galletas. La lata, en un cajón.
El cajón en un mueble de la casa.

Antes de dormirse, en el capullo
de su oscuridad, enciende en la noche
un cigarrillo para ver el hilo

de humo rodar más allá del delgado
óvalo de acero que es su morada
y la ínfima brasa y a sí mismo

como si estuviera al borde del tiempo.

En el otro borde, el mundo y sus cosas
terribles pasan todo el tiempo, deja
a veces niños muertos en la arena.

Cosas que, aun para su eternidad
de ángel son monstruosas y se ciernen
sobre las ciudades caparazones

de los hombres y mujeres a quienes
ha visto deformarse de dolor
de ira, de espanto, de aburrimiento.

A fuerza de impotencia ahora es
un artista contemplativo, que une
lo útil a lo agradable: el humo

y un dolor que piensa pero no siente.




Jardín de noche

Cruzo el jardín hacia la casa;
el cerco de ramas
contiene ese momento
casi marino de la tarde:
el fondo azul, las formas negras
diluyéndose...

La verdad
se expresa en un lenguaje extraño
y dura poco.

Me apresuro a entrar,
a encender la luz
de esta burbuja que deriva.

lunes, 26 de octubre de 2020

2 poemas de Julieta Lopérgolo (Santa Fe, 1973)

*
Nos desacostumbramos a los sonidos del monte,
al poco cuerpo de la oscuridad,
clavamos nuestros sollozos como espinas
en los pliegues de un idioma que no conocemos
para marcar un camino,
nosotros,
los que no sabemos llorar.




*

Donde viví una vez.

No era este pastizal

donde no tuve ruinas.

Ahora parece el pelo de un león dormido

el yuyo crecido sobre otra época.

El viento peina la melena apaisada

en una sola dirección

mientras los bichos se hartan de zumbar

y de cargar comida

hasta la noche.

En el medio de esa piel domada

descansa el agua,

acaso lágrimas de un animal que sueña

o esos espejos

a los que sólo se les puede oponer tiempo.

domingo, 25 de octubre de 2020

2 poemas de Celia Iribarne (Buenos Aires, 9 de enero de 1976)

SON VIOLETAS...

Son violetas
rosas y blancas
las flores
y ahí quedan,
coloreando.

No advertimos
cómo amustian
hasta doblarse
rendidas
entonces sí,
las quitamos.
Asustan.

Bastan
diez pesos,
ajados, marrones
y al florero
de Taiwán,
las reinas
del perfume.


PROFESOR CRAVENA

Dice que tengo el don,

el oído que intuye el rumbo

de una melodía desconocida,

escrita siglos atrás.

Allí se queda atento mi sentido,

en el salto que hay

entre una nota y la siguiente.

Como un animalito de la selva

oye en el silbido de una hoja

el estruendo de la tormenta.

Aunque tiemblen mis dedos,

aunque tropiece en el silencio

con equívocos.

No atiendo al pentagrama.

sábado, 24 de octubre de 2020

2 poemas de Ohuanta Salazar (Jujuy, 1975, reside en Buenos Aires)

NIÑOS DEL BANDO VENCIDO

Los niños que nacimos en el bando vencido
del lado vencido del mundo
necesitamos una tía María Rosa
que se tome muy en serio la alegría
porque los padres del bando vencido
están ocupados con la tristeza 
porque la tristeza de este bando
siempre tiene razón.

Pero los niños del lado vencido del mundo
también queremos armar trincheras
aunque nunca podamos repetir esa palabra
                           ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos
y saber dónde queda ese lugar “exilio”, 
o qué magia hizo desaparecer al tío, desaparecido,
aunque nunca nunca podamos repetir esas palabras
                 ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos.

Cuando los niños del bando vencido
crecemos con estos adultos tristes del bando triste
del lado triste del mundo,
requetenecesitamos una tía María Rosa  
que nos enseñe a guardar esas palabras tristes
que no hay que repetir nunca nunca re mil nunca
en el fondo triste del lado triste del canasto de los juguetes
y nos lleve en los días soleados 
a chupar cañas de azúcar y a comer uvas de la parra
aunque comer frutas sin lavar esté prohibido
y en los días lluviosos
a escondernos en trincheras de almohadas  
y cantar palabras contentas de María Elena 
  aunque también estén prohibidas. 

Todos los niños que nacimos en el bando vencido 
del lado vencido del mundo
requetemilnecesitamos una tía María Rosa 
para nunca nunca tener miedo 
a la oscuridad 
ni a las palabras
ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos 
para ser por un rato niños del bando feliz
del lado feliz de la tristeza del mundo.



MARIPOSAS DE CORAZONES

Mi mamá casi siempre está triste.
Tiene una forma triste 
de hacer el desayuno, 
cortar la cascara de mi pan, 
atar mis cordones y escuchar a papá.
A veces, también, cara enojada.
Cuando deja sus apuntes para atenderme
o deja de hacer alguna cosa,
yo siempre la interrumpo, parece
si tengo hambre o si me caigo
¡¿mirá lo qué te hiciste?! curando mis raspones, 
y mi papá desde lejos, que no es nada
siguiendo con lo suyo. 
Mi mamá, sana sana con sus manos
dibuja en mi rodilla mariposas 
uniendo dos corazones por las puntas.

Mamá tiene cara contenta 
cuando vienen sus amigos.
Mamá les dice “compañeros”,
ellos también le dicen “compañera”.
Mi papá y los compañeros hablan
y hablan en la mesa.
Uno de ellos me dice “mi princesa”,
yo le digo tío Daniel.
Es el único que me mira con cara alegre 
como si yo no interrumpiera nada.
Mi tío Daniel se levanta y ayuda a mamá.
Ella tiene una forma contenta
de hablar con él en la cocina,
lo escucha y ríe 
y le pone la mano en el pecho.
Después se callan y se miran. 
Él se sienta al lado de ella
y con los dedos en la espalda
le dibuja mariposas de corazones.


viernes, 23 de octubre de 2020

2 poemas de Gustavo Yuste (Buenos Aires, Argentina, 1992)

 Del libro El viento trae noticias (Postales desde Cuba), pronto a salir por la Entre Ríos Ediciones, en Madrid y Buenos Aires.  

Personas que amé de manera débil
Domingo 25 de agosto - Atardecer

“Me daba cuenta de que la vida era demasiado corta
como para ser capaz de superar ciertas cosas 
de forma absoluta y sincera, pero estaba claro
que algunas personas estaban esforzándose más que otras”.
Anagramas - Lorrie Moore

I
Los turistas de al lado 
conversan en una lengua
que no termino de entender. 
Los cubanos de atrás hablan en mi idioma, 
pero tampoco puedo descifrar qué dicen.
Se parece a lo que experimento
con varios de mis pensamientos. 

II
Las reposeras en fila
mirando hacia el mar. 
Sobre un borde, cuatro gorriones apoyados
parecen contarse novedades
para después mirar el mar en silencio, 
introspectivos, casi preocupados.

El sol ilumina un barco pesquero a lo lejos, 
como si fuera una señal de algo. 
La calidez del agua me hace pensar
en todas esas personas 
que amé de manera débil. 
En cambio, las nubes oscuras que se acercan
me traen a la memoria
un único nombre.

Foto de Julia Russo Martínez




Backstage
Martes 27 de agosto - Mañana

El sol sigue impoluto en el cielo
y sus rayos empiezan a hacer efecto
sobre la piel de los turistas
como un óleo que se seca sobre un cuadro. 

Todas las tardes, un grupo mixto de jóvenes
de un país que no termino de distinguir
se alejan en la playa para sacarse fotos
que requieren una producción especial.
No termino de entender 
si son modelos profesionales
o personas con mucha confianza
y seguridad de sí misma;
para mí siempre fueron lo mismo.

La barrera idiomática tampoco ayuda
a que pueda acercarme a ellos.
Con la luz del día, sus cámaras brillan
encegueciendo a los demás
y el mar, de fondo en cada retrato, 
se mantiene silencioso y calmo
hasta convertirse en una plantilla de Photoshop.  

jueves, 22 de octubre de 2020

2 poemas de Cintia Ceballos (Santa Fe, 19 de septiembre de 1975)

 Ambos poemas del libro "Aquí también hay luz" publicado en 2018 por Laborde Editor 

Aquí también hay luz

¿Es esa ventana cerrada el símbolo de un tiempo ausente?
Podrá evitar que se filtren los rayos del sol,
hacer que todo lo que vida tuvo
alguna vez se marchite de a poco.
Y que el moho se adueñe de los muros,
los muebles.
Pero el sol decolora
de espalda a los postigos,
los agrieta,
los vence,
deambula y merodea
hasta encontrar el modo de llegar
adentro.
Aquí también hay luz:
lo muestra su carencia.
Ojos llenos de polvo
que han aprendido a asirse
de ese velo foráneo y contingente.
Aquí también hay luz
en aquello que callas y yo evoco
para lograr que el moho que me cubre
me deje.



Aire viento fresco

Mientras amaso,
la proximidad del calor me asfixia.
Abro la ventana a pesar del frío
aire viento
fresco.
Este dulzor de llamas que se avivan.
Se repite la escena
cada día.
La cocina y el patio
se unen a través de la ventana,
mi deseo allí
más que acá.
El cable que pende provisoriamente
desde el verano
oficia de columpio
para gorriones que miden la distancia
que los separa de la fuente,
aire viento
fresco
no impide que se zambullan en el agua
mis ojos
en ellos.

miércoles, 21 de octubre de 2020

2 poemas de Andrea Sosa (Córdoba, 4 de febrero, 1973)

 Ambos poemas pertenecen al libro En el río índigo (Ediciones En Danza).

OPRESIVO
Acomodo la cama para la siesta y afuera mucho calor.
En la cocina fumás, en sobremesa.

Dejo la ventana abierta, el sopor 
aplasta, va deslizándose,
por el jardín de cañas, laureles 
y marías
desbordando los muros, y entre el césped provoca una brisa, que introduce
este olor de vértigo, al cuarto.

Espero esa brisa que entre
antes de acondicionar el aire, justo venís
..
afuera las ropas en la soga empiezan a volarse la luz cambia y se nos cae el cielo,

las plantas huelen a furor, se mecen, salgo por la ventana abierta, voy desnuda
–estaba ya en la cama pesada, de la siesta–. 
De un salto empiezo a juntar todo,
caen gotas, y las plantas se sacuden 
en medio de una feroz luz amarilla  con el auguroso viento -que se viene-.

Salís, juntás la ropa conmigo y enseguida .. me tocás mientras descuelgo la soga
–¡aguantá! –pienso
y no lo digo.
Me aquieto, en el ciclón y tus dedos 
murmuran
debajo de una ropa que aprieto, contra el pecho 

deslizamos las telas sobre sillas 
- se nos vuelan -
caen más gotas, y el calor es insoportable,

toco tu labio con dedo brizna

las plantas me rozan, al doblarse, 
me enredan el pelo, ondulando,
bajamos
al pasto y las plantas con nosotros
bajan, inclinándose y llenando  
de olor denso, anticipando la embriaguez,
donde este pasto ancho en que me estiro, me acaricia junto a las puntas de hojas como dedos
frescos y ásperos, doblándose, hacia mí, 
- igual que son tus manos, cuando atrapan – 
Crepitamos…

tu dedo en el jugo de mi boca, la lluvia mojando

tu espalda, más y más y vos que tapás mi cuerpo, te hundís en mí, como en un barro dulce
 firme,

y yo te abrazo.




BURUNDANGA

Cuando nos cogemos
con ese fuego rico, misterioso
–y algo más hay, aunque no detecto qué es– pienso entre sueños, antes de dormirme
o despertándome de golpe
–¿Qué relación, transversal al tiempo tendremos
que así nos acercamos, carnales por la noche?–

Algo no obvio
subyace, lo siento, entredormida
y me pregunto si eso... ¿nos llueve o nos seca, en un vendaval de flores?
¿Nos sacia? ¿O se bebe el tiempo
vacío,
el desenfoque de almas ambulatorias, que se escapan del cuerpo?
¿Y vuelven al encontrarnos?
..
Sin saber a qué distancia temporal es que nos conocimos,
si juntos más que separados, desde que época ignota, dispuesta en las almas
envuelta en seda del corazón, escondiéndose
en órdenes infinitos de los cuerpos

¿O será solo el apego a la sustancia propia de estas caricias
que está –solo quizá– algo más cerca del centro?
 
...
Seguro está más cerca
que esta casa alquilada y que el trabajo no hallado, que el espacio en desorden que no acierta las formas,
que el encuentro y desencuentro recurrente y que los abrazos apurados
y estas preguntas, frente al I-Ching cerrado, hablando en negro y en silencio
...

¿Será que el vínculo de los cuerpos es algo que ocurre  más acá, de lo que están de mí las hojas de las cañas raspando lo no dicho? ¿Algo de lo que pasa estando juntos pasará más acá que lo llorado
hasta tener estas quebradas 
estos surcos de mi cara, que parecen de siempre?

En la vorágine del vértigo encuentro tan real lo que tenemos
..
más que todo
más que las visitas
a realizar con las palabras, la llave
la paciencia, a tiempo, y que los hábitos
–que se estiman necesarios, aunque a veces habría que retirarlos
del camino–

Me confunde
que parezca, lo que somos juntos, más verdadero que el impulso de levantarse en invierno antes que el despertador, porque
sabemos
qué hacer, a dónde ir, si quedarse o si continuar,

me preocupa, la verdad
que los recuerdos y la imaginación, saliendo sin estética, por la boca, sean
a medida que pasamos más tiempo cerca
una entre millones de visiones
surrealistas, una entre miles de ocurrencias meramente casi místicas
para nada… 

¿Será que un vínculo trasciende
y que hay un sentido en sus movimientos?
–Más cierto que un pastor con sus ovejas en el despojo inmensurable del silencio -sentencia una voz.

–¿Y más que las nubes sin hablarnos hoy y siempre
y el sol gritando en cambio y hasta en invierno haciendo crecer lo que existe?

¡No debería poder
ser más real que el agua, corroborando que sentimos,
ni que esta arcilla, callando su sueño 
de colores comunes!

..
o que la hoja en blanco, que habla y habla y yo
que la iba a escribir hace mil años, le suplico un rato
de silencio
..

donde llegar y ver
el corrimiento de los pétalos en su aroma oculto, de hoy extraviado en el poema, que existía ya
en la corola guardada del momento.