sábado, 31 de octubre de 2020

2 poemas de Alejandro Mendez Casariego (Buenos Aires, el 19 de diciembre de 1952)

 Inéditos

*
Llegado a esta edad, 
quisiera que me preguntaran.
Los hijos por ejemplo. Digamos: cosas de nuestra vida,
el porqué de esto o aquello, qué salió mal,
por qué los años de tristeza, 
los silencios. O todavía más adentro, la oscuridad
que nace de un lugar entre los ojos. 
Ellos andaban por allí
y deben haber visto: no fue fácil. 
Pero parece que crecieron
evaluando, por hábito adquirido, la correlación de fuerzas
Lo que se acumula
del lado de lo que vale la pena
es el factor que en definitiva cuenta. 
“Nosotros hasta ahí” dicen sonriendo,
porque toda tragedia - han aprendido bien -
debe ser resuelta en esta vida. Nada más que decir:
hay otros hijos que criar, un jardín que sembrar. La maleza
por dañina que sea, se separa
y se quema, con júbilo, en la hoguera.





*
Atrapados en recuadros, pequeños y borrosos,
momentos felices de la vida.
Pero por  detrás parece desplazarse
una trama insidiosa, algo
que inevitablemente va a ocurrir se agazapa y oscurece
la sonrisa de asombro ante un regalo, aquella navidad.
O, de manera inesperada, tiembla el obturador
y borronea una silueta que se mueve, repentina
saliéndose de foco. Estoy mirando
unas fotos antiguas; niños en salones espaciosos
montados de a dos en caballos de campo
o forzados a posar juiciosos y compuestos
para una foto familiar
en cuyo dorso una fecha
revela, indiferente, la desaparición de todos ellos.
Allí, respirando el aire mas puro del verano
miran obedientes e incómodos hacia donde yo estoy
contemplando su muerte.

viernes, 30 de octubre de 2020

2 poemas de Vanina Santoro (Buenos Aires, 7 de marzo, 1984)

 Ambos poemas del libro Niña de viento y tierra, Ediciones en Danza, 2020.

De Yvytu- Viento.  

17

Estar atenta a lo minúsculo y lo remoto
a lo que viene de lo profundo
cubrirse de miles de burbujas
camuflarse
sobrevivir.
Ser un insecto bajo el rocío.



De Yvy- Tierra.

29.

En la casa de Zeballos Cué
con un caminito de ladrillos gastados
con ranas que a la tarde jugaban a la rayuela
lo vi por primera vez.
Desde el patio techado y al final del camino
un perro blanco me miraba.
En la hamaca multicolor colgada de dos árboles de mango
un perro blanco me miraba.
En la tierra embarrada por el aburrimiento de niña porteña
un perro blanco me miraba.
Mi abuela Irene me contó que solo los niños lo podíamos ver.
Volví contenta a hamacarme en la sombra tibia del mango
transpiré alegría de secreto exclusivo
y ansié más que nada en el mundo
el cocido quemado marca Mickey de mi abuela.
Mi abuela sosteniendo la jarrita enlozada.
Las manos ajadas de mi abuela agarrando, sin repasador,
el metal caliente.
Cómo me gustaría estar ahora en la hamaca multicolor de mango maduro
Cómo me gustaría la rosquita deshecha en el cocido.
Cómo me gustaría que un perro blanco me mirara.

jueves, 29 de octubre de 2020

2 poemas de Franco Barberon ( Bahía Blanca, 14 de octubre de 1964)

 *

Tu piel no es piel 
debajo de mis dedos
es un largo secreto
de senderos
hasta la desnudez
que no cabe en el cuerpo.


*

Ladran las cosas
desde el fondo
de su propia oscuridad
perros mudos
que advierten
que hay algo más
de lo que todo 
 aparenta ser.



miércoles, 28 de octubre de 2020

2 poemas de Cecilia Pontorno (Buenos Aires, 8 de septiembre,1979)

 *

El susto por la caída de un rayo
se olvida, saben

Lo que queda
es el lugar
que habitamos
después del miedo

El surco que deja 
el odio en el aire,
el terror en la carne, vivo

La palabra inútil
sola, no dice nada

La cosa inútil
sola, no hace nada

Pero en la boca furiosa
la palabra y la cosa
se confunden con uno mismo

El tiempo tiene
una manera extraña 
de hacerse el distraído

Se hace llamar cicatriz
pero lo que no se olvida
es haber habitado el miedo



*
el abrazo que soy 
nunca se encuentra 
con otro cuerpo

se pierde 
en la resaca de la luz

allí donde creo 
en la bondad
lo suelto

sobre los campos 
ocres del invierno
me alojan golondrinas
cuando duele el viento

dentro de los ojos 
fuera del silencio
cerca de la noche
guardo los besos
las culpas en la almohada
lo que no veo

el abrazo que soy
me pide
renunciar al miedo

saltar sobre el ceibo
ser una metáfora
del tiempo

martes, 27 de octubre de 2020

2 poemas de Elisa Molina (Córdoba, 1961)

 El ángel de lo diminuto

El ángel de lo diminuto sueña
en pequeño. Vive en el ojo
de una aguja de coser.

La aguja está en una lata que fue
de galletas. La lata, en un cajón.
El cajón en un mueble de la casa.

Antes de dormirse, en el capullo
de su oscuridad, enciende en la noche
un cigarrillo para ver el hilo

de humo rodar más allá del delgado
óvalo de acero que es su morada
y la ínfima brasa y a sí mismo

como si estuviera al borde del tiempo.

En el otro borde, el mundo y sus cosas
terribles pasan todo el tiempo, deja
a veces niños muertos en la arena.

Cosas que, aun para su eternidad
de ángel son monstruosas y se ciernen
sobre las ciudades caparazones

de los hombres y mujeres a quienes
ha visto deformarse de dolor
de ira, de espanto, de aburrimiento.

A fuerza de impotencia ahora es
un artista contemplativo, que une
lo útil a lo agradable: el humo

y un dolor que piensa pero no siente.




Jardín de noche

Cruzo el jardín hacia la casa;
el cerco de ramas
contiene ese momento
casi marino de la tarde:
el fondo azul, las formas negras
diluyéndose...

La verdad
se expresa en un lenguaje extraño
y dura poco.

Me apresuro a entrar,
a encender la luz
de esta burbuja que deriva.

lunes, 26 de octubre de 2020

2 poemas de Julieta Lopérgolo (Santa Fe, 1973)

*
Nos desacostumbramos a los sonidos del monte,
al poco cuerpo de la oscuridad,
clavamos nuestros sollozos como espinas
en los pliegues de un idioma que no conocemos
para marcar un camino,
nosotros,
los que no sabemos llorar.




*

Donde viví una vez.

No era este pastizal

donde no tuve ruinas.

Ahora parece el pelo de un león dormido

el yuyo crecido sobre otra época.

El viento peina la melena apaisada

en una sola dirección

mientras los bichos se hartan de zumbar

y de cargar comida

hasta la noche.

En el medio de esa piel domada

descansa el agua,

acaso lágrimas de un animal que sueña

o esos espejos

a los que sólo se les puede oponer tiempo.

domingo, 25 de octubre de 2020

2 poemas de Celia Iribarne (Buenos Aires, 9 de enero de 1976)

SON VIOLETAS...

Son violetas
rosas y blancas
las flores
y ahí quedan,
coloreando.

No advertimos
cómo amustian
hasta doblarse
rendidas
entonces sí,
las quitamos.
Asustan.

Bastan
diez pesos,
ajados, marrones
y al florero
de Taiwán,
las reinas
del perfume.


PROFESOR CRAVENA

Dice que tengo el don,

el oído que intuye el rumbo

de una melodía desconocida,

escrita siglos atrás.

Allí se queda atento mi sentido,

en el salto que hay

entre una nota y la siguiente.

Como un animalito de la selva

oye en el silbido de una hoja

el estruendo de la tormenta.

Aunque tiemblen mis dedos,

aunque tropiece en el silencio

con equívocos.

No atiendo al pentagrama.

sábado, 24 de octubre de 2020

2 poemas de Ohuanta Salazar (Jujuy, 1975, reside en Buenos Aires)

NIÑOS DEL BANDO VENCIDO

Los niños que nacimos en el bando vencido
del lado vencido del mundo
necesitamos una tía María Rosa
que se tome muy en serio la alegría
porque los padres del bando vencido
están ocupados con la tristeza 
porque la tristeza de este bando
siempre tiene razón.

Pero los niños del lado vencido del mundo
también queremos armar trincheras
aunque nunca podamos repetir esa palabra
                           ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos
y saber dónde queda ese lugar “exilio”, 
o qué magia hizo desaparecer al tío, desaparecido,
aunque nunca nunca podamos repetir esas palabras
                 ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos.

Cuando los niños del bando vencido
crecemos con estos adultos tristes del bando triste
del lado triste del mundo,
requetenecesitamos una tía María Rosa  
que nos enseñe a guardar esas palabras tristes
que no hay que repetir nunca nunca re mil nunca
en el fondo triste del lado triste del canasto de los juguetes
y nos lleve en los días soleados 
a chupar cañas de azúcar y a comer uvas de la parra
aunque comer frutas sin lavar esté prohibido
y en los días lluviosos
a escondernos en trincheras de almohadas  
y cantar palabras contentas de María Elena 
  aunque también estén prohibidas. 

Todos los niños que nacimos en el bando vencido 
del lado vencido del mundo
requetemilnecesitamos una tía María Rosa 
para nunca nunca tener miedo 
a la oscuridad 
ni a las palabras
ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos 
para ser por un rato niños del bando feliz
del lado feliz de la tristeza del mundo.



MARIPOSAS DE CORAZONES

Mi mamá casi siempre está triste.
Tiene una forma triste 
de hacer el desayuno, 
cortar la cascara de mi pan, 
atar mis cordones y escuchar a papá.
A veces, también, cara enojada.
Cuando deja sus apuntes para atenderme
o deja de hacer alguna cosa,
yo siempre la interrumpo, parece
si tengo hambre o si me caigo
¡¿mirá lo qué te hiciste?! curando mis raspones, 
y mi papá desde lejos, que no es nada
siguiendo con lo suyo. 
Mi mamá, sana sana con sus manos
dibuja en mi rodilla mariposas 
uniendo dos corazones por las puntas.

Mamá tiene cara contenta 
cuando vienen sus amigos.
Mamá les dice “compañeros”,
ellos también le dicen “compañera”.
Mi papá y los compañeros hablan
y hablan en la mesa.
Uno de ellos me dice “mi princesa”,
yo le digo tío Daniel.
Es el único que me mira con cara alegre 
como si yo no interrumpiera nada.
Mi tío Daniel se levanta y ayuda a mamá.
Ella tiene una forma contenta
de hablar con él en la cocina,
lo escucha y ríe 
y le pone la mano en el pecho.
Después se callan y se miran. 
Él se sienta al lado de ella
y con los dedos en la espalda
le dibuja mariposas de corazones.


viernes, 23 de octubre de 2020

2 poemas de Gustavo Yuste (Buenos Aires, Argentina, 1992)

 Del libro El viento trae noticias (Postales desde Cuba), pronto a salir por la Entre Ríos Ediciones, en Madrid y Buenos Aires.  

Personas que amé de manera débil
Domingo 25 de agosto - Atardecer

“Me daba cuenta de que la vida era demasiado corta
como para ser capaz de superar ciertas cosas 
de forma absoluta y sincera, pero estaba claro
que algunas personas estaban esforzándose más que otras”.
Anagramas - Lorrie Moore

I
Los turistas de al lado 
conversan en una lengua
que no termino de entender. 
Los cubanos de atrás hablan en mi idioma, 
pero tampoco puedo descifrar qué dicen.
Se parece a lo que experimento
con varios de mis pensamientos. 

II
Las reposeras en fila
mirando hacia el mar. 
Sobre un borde, cuatro gorriones apoyados
parecen contarse novedades
para después mirar el mar en silencio, 
introspectivos, casi preocupados.

El sol ilumina un barco pesquero a lo lejos, 
como si fuera una señal de algo. 
La calidez del agua me hace pensar
en todas esas personas 
que amé de manera débil. 
En cambio, las nubes oscuras que se acercan
me traen a la memoria
un único nombre.

Foto de Julia Russo Martínez




Backstage
Martes 27 de agosto - Mañana

El sol sigue impoluto en el cielo
y sus rayos empiezan a hacer efecto
sobre la piel de los turistas
como un óleo que se seca sobre un cuadro. 

Todas las tardes, un grupo mixto de jóvenes
de un país que no termino de distinguir
se alejan en la playa para sacarse fotos
que requieren una producción especial.
No termino de entender 
si son modelos profesionales
o personas con mucha confianza
y seguridad de sí misma;
para mí siempre fueron lo mismo.

La barrera idiomática tampoco ayuda
a que pueda acercarme a ellos.
Con la luz del día, sus cámaras brillan
encegueciendo a los demás
y el mar, de fondo en cada retrato, 
se mantiene silencioso y calmo
hasta convertirse en una plantilla de Photoshop.  

jueves, 22 de octubre de 2020

2 poemas de Cintia Ceballos (Santa Fe, 19 de septiembre de 1975)

 Ambos poemas del libro "Aquí también hay luz" publicado en 2018 por Laborde Editor 

Aquí también hay luz

¿Es esa ventana cerrada el símbolo de un tiempo ausente?
Podrá evitar que se filtren los rayos del sol,
hacer que todo lo que vida tuvo
alguna vez se marchite de a poco.
Y que el moho se adueñe de los muros,
los muebles.
Pero el sol decolora
de espalda a los postigos,
los agrieta,
los vence,
deambula y merodea
hasta encontrar el modo de llegar
adentro.
Aquí también hay luz:
lo muestra su carencia.
Ojos llenos de polvo
que han aprendido a asirse
de ese velo foráneo y contingente.
Aquí también hay luz
en aquello que callas y yo evoco
para lograr que el moho que me cubre
me deje.



Aire viento fresco

Mientras amaso,
la proximidad del calor me asfixia.
Abro la ventana a pesar del frío
aire viento
fresco.
Este dulzor de llamas que se avivan.
Se repite la escena
cada día.
La cocina y el patio
se unen a través de la ventana,
mi deseo allí
más que acá.
El cable que pende provisoriamente
desde el verano
oficia de columpio
para gorriones que miden la distancia
que los separa de la fuente,
aire viento
fresco
no impide que se zambullan en el agua
mis ojos
en ellos.

miércoles, 21 de octubre de 2020

2 poemas de Andrea Sosa (Córdoba, 4 de febrero, 1973)

 Ambos poemas pertenecen al libro En el río índigo (Ediciones En Danza).

OPRESIVO
Acomodo la cama para la siesta y afuera mucho calor.
En la cocina fumás, en sobremesa.

Dejo la ventana abierta, el sopor 
aplasta, va deslizándose,
por el jardín de cañas, laureles 
y marías
desbordando los muros, y entre el césped provoca una brisa, que introduce
este olor de vértigo, al cuarto.

Espero esa brisa que entre
antes de acondicionar el aire, justo venís
..
afuera las ropas en la soga empiezan a volarse la luz cambia y se nos cae el cielo,

las plantas huelen a furor, se mecen, salgo por la ventana abierta, voy desnuda
–estaba ya en la cama pesada, de la siesta–. 
De un salto empiezo a juntar todo,
caen gotas, y las plantas se sacuden 
en medio de una feroz luz amarilla  con el auguroso viento -que se viene-.

Salís, juntás la ropa conmigo y enseguida .. me tocás mientras descuelgo la soga
–¡aguantá! –pienso
y no lo digo.
Me aquieto, en el ciclón y tus dedos 
murmuran
debajo de una ropa que aprieto, contra el pecho 

deslizamos las telas sobre sillas 
- se nos vuelan -
caen más gotas, y el calor es insoportable,

toco tu labio con dedo brizna

las plantas me rozan, al doblarse, 
me enredan el pelo, ondulando,
bajamos
al pasto y las plantas con nosotros
bajan, inclinándose y llenando  
de olor denso, anticipando la embriaguez,
donde este pasto ancho en que me estiro, me acaricia junto a las puntas de hojas como dedos
frescos y ásperos, doblándose, hacia mí, 
- igual que son tus manos, cuando atrapan – 
Crepitamos…

tu dedo en el jugo de mi boca, la lluvia mojando

tu espalda, más y más y vos que tapás mi cuerpo, te hundís en mí, como en un barro dulce
 firme,

y yo te abrazo.




BURUNDANGA

Cuando nos cogemos
con ese fuego rico, misterioso
–y algo más hay, aunque no detecto qué es– pienso entre sueños, antes de dormirme
o despertándome de golpe
–¿Qué relación, transversal al tiempo tendremos
que así nos acercamos, carnales por la noche?–

Algo no obvio
subyace, lo siento, entredormida
y me pregunto si eso... ¿nos llueve o nos seca, en un vendaval de flores?
¿Nos sacia? ¿O se bebe el tiempo
vacío,
el desenfoque de almas ambulatorias, que se escapan del cuerpo?
¿Y vuelven al encontrarnos?
..
Sin saber a qué distancia temporal es que nos conocimos,
si juntos más que separados, desde que época ignota, dispuesta en las almas
envuelta en seda del corazón, escondiéndose
en órdenes infinitos de los cuerpos

¿O será solo el apego a la sustancia propia de estas caricias
que está –solo quizá– algo más cerca del centro?
 
...
Seguro está más cerca
que esta casa alquilada y que el trabajo no hallado, que el espacio en desorden que no acierta las formas,
que el encuentro y desencuentro recurrente y que los abrazos apurados
y estas preguntas, frente al I-Ching cerrado, hablando en negro y en silencio
...

¿Será que el vínculo de los cuerpos es algo que ocurre  más acá, de lo que están de mí las hojas de las cañas raspando lo no dicho? ¿Algo de lo que pasa estando juntos pasará más acá que lo llorado
hasta tener estas quebradas 
estos surcos de mi cara, que parecen de siempre?

En la vorágine del vértigo encuentro tan real lo que tenemos
..
más que todo
más que las visitas
a realizar con las palabras, la llave
la paciencia, a tiempo, y que los hábitos
–que se estiman necesarios, aunque a veces habría que retirarlos
del camino–

Me confunde
que parezca, lo que somos juntos, más verdadero que el impulso de levantarse en invierno antes que el despertador, porque
sabemos
qué hacer, a dónde ir, si quedarse o si continuar,

me preocupa, la verdad
que los recuerdos y la imaginación, saliendo sin estética, por la boca, sean
a medida que pasamos más tiempo cerca
una entre millones de visiones
surrealistas, una entre miles de ocurrencias meramente casi místicas
para nada… 

¿Será que un vínculo trasciende
y que hay un sentido en sus movimientos?
–Más cierto que un pastor con sus ovejas en el despojo inmensurable del silencio -sentencia una voz.

–¿Y más que las nubes sin hablarnos hoy y siempre
y el sol gritando en cambio y hasta en invierno haciendo crecer lo que existe?

¡No debería poder
ser más real que el agua, corroborando que sentimos,
ni que esta arcilla, callando su sueño 
de colores comunes!

..
o que la hoja en blanco, que habla y habla y yo
que la iba a escribir hace mil años, le suplico un rato
de silencio
..

donde llegar y ver
el corrimiento de los pétalos en su aroma oculto, de hoy extraviado en el poema, que existía ya
en la corola guardada del momento.

martes, 20 de octubre de 2020

2 poemas de Daniela D. Pacilio (Casilda, Santa Fe, Argentina, 1970)

la última vez que hablé con mi padre
dos semanas antes de su muerte
me enteré de la enfermedad
cerré la boca como el nudo que se hace en el extremo de las sábanas para encajar bien en el colchón
esa misma noche después de la cena 
hijo me contó sobre el nido que algún pájaro había hecho en la medianera del patio 
yo no dejaba de pensar en la ropa de los muertos
dicen que con el paso del tiempo se deshilacha 
que se pegotea al cuero seco
que los pelos y las uñas siguen creciendo
con la muerte algunas cosas desaparecen y se olvidan
otras se agigantan y enmarañan.





veo a través de la ventana
cómo cae una camisa azul desde algún balcón
queda allí
espinándose entre el lapacho florecido
enramada
ahora pantalones tres o cuatro remeras y más camisas
imposible contar con exactitud cuántas prendas caen
ni quién las arroja
puedo ver una mano
su gesto tartamudo
las zapatillas se desparraman entre el cordón y el charco
estancado
el cuerpo vacío de esas vestiduras se parece al de un hombre
joven
la gente levanta la vista por unos segundos sin detenerse
no se escuchan gritos ni llantos
ninguna voz ni juegos infantiles
algo parecido a la muerte o al amor se desliza por la calle
luego
se vacía y repta.

lunes, 19 de octubre de 2020

2 poemas de Diego L. García (Buenos Aires, 1983)

 (sexta toma)
 

está incrustado en ese enunciado

mantener el decasílabo sería bueno

para guiñar a bécquer captar e

el alma de las cosas comentar

en las reuniones de las cámaras

frigoríficas de la poesía que todo

esto ha salido de un sueño y

que si el cementerio marino

es dador del epígrafe la cuestión

podría resultar beneficiosa

para el soterramiento de la escritura.

sabemos que son tiempos de lata

y nada huele a tantos signos de

exclamación la mer, la mer, toujuors

recommencée que traduce 4 + 6 en

ii sílabas según el manual

publicado por la novísima revista

de filología francesa. también

lugones dijo que el canto del hombre

ciudadano prefiere las 10 sílabas a

diferencia del guacho que nunca

conoció. bien podría haber funcionado

esa estaca en un pulso de metrónomo

en lugar de entrar en tonterías como

todo eso de los discursos y las

fuerzas que nada tiene que ver

con la         P         O          E         S         Í         A         .

el tipo e saco verde come

y dice al mismo tiempo que el pan

es el cuerpo de su impuesto cuando

las cosas marchan bien

……

valery sueña que nunca ha escrito nada en

la cubierta de un barco y el chillido del mar



Lunes
 

todo tiene un sonido especial:

la computadora y su ventilación a punto de estropearse.

el cielo como una turbina después de una tormenta.

el árbol de la vereda y su fuego de pájaros.

yo me quedo callado

frente a la luz de la pantalla a medio cambiar para salir.

a medio explicar por las circunstancias

por qué se ha desenchufado esto.

alguien debería llamar

y que el soporte técnico indique

los movimientos para que las piezas

no anden así por cualquier lado

domingo, 18 de octubre de 2020

2 poemas de Carlos Battilana (Corrientes, 1964, reside en Buenos Aires)

Salvación

Levanto con pocas migajas
las posibilidades del día

el sol de la terraza
amanece
otra vez,
por suerte

sonreír ante lo evidente
–las plantas,
la ropa doblada
en la silla,
el muro manchado de gris–
como los marinos
en medio del mar
que conocen los márgenes
efímeros de salvación
y aun así, ante el inminente naufragio,
rodeados de olas gigantes
y sumergidos
en el centro de la tormenta,
respiran, no dejan de respirar,
reconocen en el aire, 
frontalmente,
no la última
sino la primera oportunidad. 




(de: Una mañana boreal)




Antes

Piensa que cada
región de la llanura
es una extensión
de arbustos, zanjas y lagunas

aves, ríos
y restos de barro

paja seca.

Esa línea infinita
que se ve en el horizonte
tendrá
la luz del desierto.
Nada cesa
en este sitio: ni un poco de aire
ni el fuego ardiente
de la quietud matinal.

No cesan las lluvias
ni tampoco la transparencia del sol
al otro día.

Entre las luces últimas
sucede una historia
que es como un líquido
corriendo
al medio del pecho.
En las márgenes del río,
muy cerca,
se abrazan
dos adolescentes. Se ríen, aprovechan
el aire
alrededor. Se acarician apenas desnudas, vuelven a reír.
Caminan, corren

parecen no tener miedo
a la mutua fascinación.


(de: La lengua de la llanura)

sábado, 17 de octubre de 2020

2 poemas de Alejandro Berón (Buenos Aires, 1981)

 Salir  a llorar

Ningún pibe nace para salir a llorar 
llorar la guita  
salir a llorar un celular 

llorar de noche 
en una calle muy oscura 
esperar 
es una boca de lobo a esta hora 
y encima llueve 
esperar 
para llorar a alguien 

salir a llorar 
por unas zapatillas 
llorar por el pancho 
y la coca. 

¿Vos te pensás que a mí me gusta salir a llorar? 

Dale dame todo 
si no querés que te llore 
hacela corta 
dale dale dale 
dame todo lo que tengas 
la campera también 

lo que pasa es que yo tengo que salir a llorar por mis hermanitos 
salir a llorar por mi vieja. 


Con un alma de fuego 
me lloraron todo 
llorar re loco 
sin respeto por la vida ni por la muerte 
salimos a llorar con unos amigos 
llorarle a todo el mundo 
sin saber cómo reír 

ni para qué seguir riendo.



Diferentes maneras de vivir 


Vivir ahorcado 
vivir en pareja 
vivir trabajando para llegar 
a fin de mes.

De pronto sentir a la vida 
demasiado cerca 
como a un camión.

Vivir escribiendo un poema de amor. 


viernes, 16 de octubre de 2020

2 poemas de Jimena Antoniello Ligüera ( Montevideo, Uruguay, 1978)

CIUDAD DE DOS

 

Detrás de tus pupilas
el beso de una flor.
Con mi noche
tu sueño.
Con
mi día tu vida y
a volver a empezar.
Te acuesto en el
recuerdo
finito de una voz
profunda, masculina
como la piel gruesa
de tus músculos.
Y la fuerza de una
frase
que besé mil noches;
la última
con los ojos cerrados
de pasión
hambrienta.
Hombre mío,
solo mío
aunque la milla
te esconda.
La ciudad nos pertenece.
Prendedor nostálgico
que adornó
nuestro pecho.
No hay, no habrá.
Olvido.




La lengua 

Tengo la pregunta
en la punta de la lengua.
Juega, arde, pica.
Como una esquina rota
que te tienta cruzar,
así,
sin palpar las consecuencias.

Tengo la pregunta
muda entre los dientes.
Ni me atrevo a masticar.
Retumba entre las paredes
húmedas de mi laringe
cuando el verde de mis ojos
se deshace en nerviosos suspiros.

Hoy todo se teclea.
Yo muero por
hablar.
Con vos.

jueves, 15 de octubre de 2020

2 poemas de Verónica Ruscio (1978, Buenos Aires)

YA PASÓ UN DÍA DESDE QUE MURIÓ V.

miro el techo acostada desde hace una hora
una fuerza de raíz me mantiene horizontal
sé que V. sigue en la morgue
boca arriba
en una camilla
esperando no sé qué papeles
me dicen que me levante
que siga
no se dan cuenta
esta horizontalidad es lo último
que podemos compartir




CUANDO EL HIJO RECIÉN NACIDO DE X.

(no recuerdo ya su nombre)
murió
la oficina entera habló del tema
que la madre
que el padre
que el médico
que la desidia
a la semana
X. apareció con la carita del fallecido
tatuada en el brazo
recuerdo cuánto nos impresionó
el dibujo
la tinta negra
el tamaño de la pena sobre la piel
ese brazo paterno arremangado
nos fue llenando la boca
con puñados de tierra húmeda
y ya no pudimos decir nada

miércoles, 14 de octubre de 2020

2 poemas de Julio Dario Vera ( 26 de agosto de 1985, Buenos Aires)

Poemas de su libro Último día como poeta, (Ser Seres Ediciones).

Orgasmo

Es un impacto global
instantáneo
efímero
tanto en la superficie
como en lo subterráneo del cuerpo
donde se carburan proteínas y minerales
para suministrar
una buena sobredosis de adrenalina
y endorfinas que emule el paraíso.
Es un impacto total
que se degenera en sucesivas sensaciones
hasta esfumarse
dejando en el organismo
un legendario cansancio de antaño
una epidémica saturación de células
un omnipresente hormigueo somnoliento
como si se estuviese muriendo
pero más vivo que nunca.




Humano demasiado humano

Sobre este cascote redondo 
que no amerita para ser átomo 
en la vastedad del universo 
con mis genes del barro 
me acepto como parte 
de la magnificencia que me rodea. 
No me molesta  
el absurdo de mi deleznable carne 
por el que persigo 
un mesías, una razón o una secta 
ni la influencia del azar 
que baraja los naipes 
de mis miedos y esperanzas 
para favorecerme o dejarme en bancarrota. 
Tampoco me molestan 
mis nervios en cortocircuito 
mis pecados en plena redención 
mis incomprendidas virtudes capitales 
que se disputan mi conducta. 
No me quejo para nada 
me encanta ser 
un prototipo de ángel 
un aborto de demonio 
una mezcla inefable de contrapuntos 
que forman mi existencia. 
Es lo que soy 
mera catástrofe ambigua 
compleja armonía divina 
donde se promueven 
sangrientas revoluciones de paz 
engaños por amor el prójimo 
terrorismo en busca del paraíso 
que desembocan en algo humano 
demasiado humano.

martes, 13 de octubre de 2020

2 poemas de María Martinez Oliver Oliver (Montevideo, 28 de febrero de 1950, reside en Argentina desde 1974)

UNIENDO FRAGMENTOS
Abrazo tu abandono
Ante dolorosa indiferencia
Bajo la Luna tantas veces compartida
Cabe en mi corazón el olvido
Con silentes deseos de Amar
Contra otro tiempo prístino
De sueños destruidos
Desde este momento 
En mi ser tu álgido aliento olvido 
Entre esperanzas marchitas
Hacia el corazón roto se dirigen

Hasta aniquilar su memoria
Para asegurar que la próxima serán solo rasguños
Según el círculo de la vida
Sin aturdirme en el silencio
Sobre mi piel siento una cálida brisa, un velo cae

Tras los cristales de las  ventanas veo el vuelo de 
ciento de mariposas
 DORADAS



ESPERO LA MAÑANA
Qué hago ahora con mis horas
vacías para siempre
Qué hago con mis versos
¿Y con mi cuerpo?
¿Qué hago?
Quién sutura la herida  
 tu abandono
Vértigo infinito
 te llamo 
con grito desgarrado
desde mi sangre
te llamo.
Ancláte en mi Piel
                                    Tengo celos de la Muerte que ahora te abraza
                                                                Tengo frío

Miro el agua del río correr
Escucho la risa del niño que juega en la arena
Una abeja liba lavandas
La tormenta de mi alma que calma
La lluvia que moja
Veo un arco iris
Las flores estallan

Con un profundo suspiro
escapan de mi pecho pájaros negros
Una  lágrima salta de mis ojos
el viento se lleva la sombra 

Voy a hornear pan
 
                           Cuando el sol nazca mañana
                                 no tendré más frío



lunes, 12 de octubre de 2020

2 poemas inéditos de Araceli Lacore (Buenos Aires)

 En esta casa no aclara

La sombra opaca, sublime.

Alguien golpea la puerta de mi corazón. No atiendo.
Nadie está lúcido a esta hora de la noche.

Abrí las ventanas, las cortinas, las alacenas
me abrí la panza
allí hubo fruto 
me lo he comido 

un día mi niño 
perdió los pies.

Ahí detrás
yace un hombre
¿Nutrirse de los muertos a esta hora?

El que todo lo puede observa desde el techo, ¿Ves?
en esta casa 
no aclara





LA PROFECÍA


Me desnudaste frente a la mesa del comedor 
y aplaudiste
en el aire, por supuesto,
el asedio de la primavera

alimentaste mi cuerpo
para dárselo al mundo
me diste nombre
esplendores 
una tempestad tras otra

supiste, capciosa
de la profecía

tomaste el vestido 
y envuelto en mi cuerpo
mostraste
tu sonrisa de hiena

hoy que los días vuelven como balas
dentro del cuerpo de un ciervo
preparo las ofrendas 
para ubicarte en la tierra
y quebrar el destino

domingo, 11 de octubre de 2020

2 poemas de Laura Forchetti (Buenos Aires, 18 de septiembre 1964)

Del libro: Päjaros o reinas
Editorial Hemisferio derecho, 2017

1-

con la chiquita prendida
a la teta
hermosa aún 
como una manzana

y la segunda dormida
en el otro brazo 
abrazada a un oso 
que huele a jabón

repetís la tabla del nueve
para la mayor 
y revisás 
los cuadernos de la escuela

ponés el reloj 
a las seis
y te metés en la cama
con la remera puesta 
las medias
un libro de poemas

aunque te griten 

revuelvas bolsillos
algo

o despedís a tu amiga
y la besás
-lloran un poco las dos-

cuando jurás 
que es para siempre

te pagan una miseria
o tu cuerpo 
no reza 
ayuda ni amor

entonces
como matitas

cinco pétalos 
tres colores
centro oscuro
del rojo al negro violeta
la cápsula de semillas

pensamientos





tierra de iapinilke

cuando el silencio
es un globo
dentro de las nubes
y viene del mar
el cielo negro

nos gusta salir de casa

liebres de olfato brillante
buscando
un hueco entre los arbustos
cuevas abandonadas en la tierra

ese regocijo
de orejas largas

no queremos cobijo

si fuéramos sal

si fuéramos un puñado
puesto en agua hirviendo
si fuéramos azúcar
nos derretiríamos
dice una canción antigua

huimos
en el mareo
del cielo
la instantánea de colores
el arrebato

ya no hay aventura
que no sea ficción
el corazón
única reserva
de misterio        

sus travesías
por el  amor
o la violencia


ahora 
cae  granizo
regalo del domingo
interminable

los niños corren en lo blanco
no escuchan sus nombres

es la alegría 
recién descubierta
la repentina primavera
del hielo
su gorjeo de pájaros
su deshacerse

que nos esperen
bajo los aleros nevados
chorreando agua el pelo
la risa de liebre

el abrazo 
helado
violeta

sábado, 10 de octubre de 2020

2 poemas de Norma Starke (Buenos Aires, 1 de junio de 1949)

 no huiré
sólo será un instante
en carne viva
no huiré

me vaciaré de toda lluvia

si agoto las palabras
bastará esta luz 
en las hojas de los árboles



tal vez no alcanzaré la luna
en el jardín de la noche
el misterio de la música
cada una de sus cuerdas
será suficiente 




Hasta dónde voy cuando digo acá
y allá se va líquido el horizonte
a dónde el camino el río indescifrable 
la voz que quiebra lo más tierno del árbol
a dónde las mariposas sin refugio
leves antenas  alas sin destino
patitas que aletean sin fuga del dolor
a dónde el cuarto vacío
el libro en la mesa de luz
a dónde la mano de la noche
las uñas desnudas
garganta sin voz


(De su libro inédito "Breve Luz")


viernes, 9 de octubre de 2020

2 poemas de Denise Griffith (Buenos Aires, 1993)

NADA TRISTE

el niño pálido y pecoso se revuelca
y lame la nieve del piso
arde el hambre en su interior
el gusto de apagar la anormalidad
ya desplazada
la ilusión es su motor

la bufanda le aprieta la garganta cual enredadera
una correa más larga
sigue siendo una correa
se puede correr únicamente dentro de determinados límites
un saludo para los soles humanos
el niño los saluda de cerca
sabe que no contagia
ya se acostumbró y no necesita más
el spray nasal de oxitocina

el amor de sus padres es una casa antigua antigua
con polvo y bagatelas donde cada quien cuenta con
su propia habitación
cada cuarto con su propia vela consumiéndose 
el padre hace un intento de luz en el cuarto del niño
y esta vez los fósforos no se quiebran ante la fricción
la iluminación se proyecta en la pared en forma de estrellas
antes de dormir, el niño cuenta perros
esperando amanecer con un chocolate negro
bajo la almohada

la madre siempre llora a las tres de la mañana
pero cuando el hijo va a visitarla
no recuerda nada triste




ASUSTADA, EXPATRIADA

epilepsia y recuperación
lo estático se complicó
fui el epicentro de una crisis nerviosa
mil migajas
que engullía una dama antipática
de lentes de contacto
que no dibujaba paraguas
en un preocupacional

escribirlo en un lenguaje específico
que entiendas para mostrarte tanto  
y te acuerdes
y te acuerdes
de todo lo que sepultaste sobre mí
me convertí en musa hasta perderme
una quimera me devoró
asustada, expatriada
ya no quería observar mis entrañas
esa confusión inminente que éramos
me costó inventar
una negación completamente propia





















jueves, 8 de octubre de 2020

2 poemas de Natalia Leiderman (Buenos Aires, 31 de octubre, 1990)

 el día que me dijiste que no me amabas
y el corazón se me volvió pesado como el plomo
deforme como una fruta extravagante
vos decías cosas muy tontas
(la verdad que el desamor se ve: es un gesto
y ya estaba dado
pero vos insistías en explicarme)
y entonces me explicabas
y me dabas náuseas al mismo tiempo
hasta que yo dejé de escucharte y escuché
que estaba lloviendo (qué derroche, qué pena
yo acá confinada en esta burocracia
¿no podemos hacer trampa y saltear
los desenlaces?) cuando terminaste tu discurso
-poco esmerado por cierto porque nunca fuiste
demasiado interesante- yo con un risa ácida, lúcida
al mismo tiempo te dije: está todo bien, querido
solo lamento que esté lloviendo porque este amor
sabés, es olvidable, pero ahora que llueve, este día
voy a recordarlo, no hay escapatoria
y así fue

aquí la prueba.


en todos los recuerdos que tengo de tu casa
aparezco sola

el agua, el verano, el jardín
las flores grandes
peligrosas

y vos oscurecida
en los márgenes
difusa

siempre tuviste
la ternura rígida
de quien es amable por deber
por largas tradiciones
de cortesía

hay que amar a los hijos
y a sus hijos, y a los hijos
de sus hijos 

igual, te agradezco
qué naturalidad 
estoy esperando
y por qué la espero

tal vez el amor 
solo sea una exigencia
rigurosamente humana

que no nos salvará de estar solas
pero sí del incendio 
de la inundación
de las depredaciones.

miércoles, 7 de octubre de 2020

2 poemas de Victor Koprivsek (Buenos Aires, 13 de noviembre 1973)

LLUEVE GRIS CASI HÚMEDO
llueve ruido continuado
cadena de agua en la noche abierta
boca de pez que advierte su cardumen
llueve viejos de repente
agujereado ayer
sencilleces
larga oscura casi nube
llueve insomnio llueve abajo
mujer de agua me enamoras
textura de mar
gaviota de playa
llueve celeste casi tus ojos
mujer líquida mujer cadencia
llueve verte así de pronto
verte desesperación gota a gota
proximidad del río
cántaro
llueve
sigue cayendo
sigue inundando
sigue tormenta
llueve vidrio llueve encierro
sonido en el techo
llueve chapa
ventanas 
buhardillas
letras truncas
goteras
repican
sostienen
saturan
llueve hartazgo
llueve fin




INFORMACIÓN EXACTA DE ACORDES CASI PUROS
encastrar entre las partes de cadenas
discursos sin vida que suicidan pibes
familias rotas de silencios bomba
aullidos en la noche con calles sin nadie
padres que duelen sus angustias de esperas
ausentes para siempre en infinitas distancias
amores ayer amores hoy amores 
sin mirar la hoja en blanco
no importa no está
hermanos 
cuando vuelvan los patios abrazaremos madre
hermanas
sobrinos miran el ocaso que cae
rondas que marchitan no
no
no 
no

martes, 6 de octubre de 2020

2 poemas de Alejandra Schnorr (Córdoba, 15 de mayo de 1983)

TREGUA

marzo y tormenta
mis ojos devuelven sonrisas
todo está en calma
los niños rozan con sus labios el cielo
la pasión es una cuna mecida al ritmo de mis pasos
pausa del infierno
que predica miserias bajo la alfombra

esta felicidad de horizonte plomizo
y puertas cerradas
me mantiene fresca
uso los vestidos floreados de inicios del amor
y tejo el lienzo que impedirá mojarme

fin del verano
lluvia temprana
el mundo me devuelve su sonrisa
y yo
no sé qué hacer con ella




PASAJE DE LO PERDIDO

todos los ríos vienen a mi boca
toda esta sed reclama
convertirme en receptáculo
cuenco y final

ayudame hermano
necesito atravesar el denso océano
el remolino que me centrifuga por dentro
los huesos cremados en mi sangre

en la otra punta del mundo
pendiendo de cabellos castaños
tu sonrisa es un hilo

sos lo perdido en la memoria
lo impenetrable
lo que dudamos

 

lunes, 5 de octubre de 2020

2 poemas de María Elisa Caputo (Buenos Aires, 6 de mayo de 1993

 SAN MARTÍN 321

Abro la ventana de la vieja habitación
de mis hermanos
que devela el primer rayo de luz
pero el gallo está despierto
y cacarea hace rato.
Descubro el edén cotidiano
del que me fui hace diez años
por primera vez.
La calesita en el patio
gira oxidada y lenta
mientras mamá sujeta
una pila de ropa empapada
con broches de todos colores
gastados.
Rompe al aire la caída de hojas
por una fina ruta de viento
al suelo.
A través del matiz d´este único árbol
puedo narrar el tiempo.
El almacén de papá
es hoy un ambiente vacío
ajeno al mostrador donde mi niña
bailaba con la panza al aire y sin miedo.
¿La humedad en las paredes
a través de los años
guarda tesoros?
San Martín 321
mi calle era de tierra
a media cuadra del techo
de mi abuela materna
San Martín 268.
Ahora hay asfalto y
llego más rápido en bici
a mirar el atardecer atrás
del cementerio
hasta me deje de dar en la cara.
Mi pueblo es la infancia
que no se abandona.
A veces quisiera volver
nadando en el tiempo
si es posible por el fondo del océano
sin que me haga falta el oxígeno
durante horas y horas
pero sé que regreso a este hogar
de a ratos y al apego
como el amante a su casa de familia
con tanto amor
como secretos. 



LA FE ESTÁ EN LA PRÁCTICA


Niña, vos ves las venas que nadie encuentra
en medio de lo precioso y lo frágil
de la piel
nada te exige y sin embargo tenés
la capacidad de amar cuando tocas
el cuerpo de quien te espera
después de horas
de tantas horas como paredes blancas
que dejan que la imaginación
encuentre en ese cuarto
a la luz del sol o a las estrellas
que están allá afuera.
Niña, las manos de quien te espera
son de mi abuela
y quisiera hoy disfrazarme de vos.
De la enfermera a la que nombra y quiere
como a cada desconocido por los que reza.
Reconstruir el mapa de escaleras
y caminos que haces hasta llegar a esa sala
mientras yo no estoy.
Niña, no importa donde
importa cómo y cuánto amor encarnas
en la mirada.
Casi como si el alma de tu persona
la tomara de la mano y
la abrazara fuerte.
Fuerte
como mi abuela en cada batalla.
La fe siempre termina siendo
un asunto de la práctica
del movimiento invasivo
a la hora de poner un suero
de la simpleza perfecta
de dar agua en la boca
del líquido que se inyecta y se desliza
para curar.
Niña, en cada rastro y cada cicatriz
la fe siempre es una primera vez
como el amor
y tarde o temprano sana
porque para mi abuela no existe el tiempo
porque mi abuela es eterna.

domingo, 4 de octubre de 2020

2 poemas de Eduardo Moretti (Buenos Aires, 10 de septiembre de 1958)

BUSCAR LA NADA
Buscar la nada
extender la mirada
hacia la vastedad del universo.

Querer que la nada surja
que emane de los pasillos
de la incredulidad...
con desgano, con fatiga
con falsa e hipócrita voluntad.

¡A tientas! ¡A ciegas!
Cautivo en el laberinto
del ser y existir 
al acecho 
esperando
el primer latido
el primer sonido
y el primer aroma
de una nueva creación.

Si todo es lo mismo 
si todo es lo cotidiano
si vivir es morir tan sólo
la vuelta de la misma llave...

Yo espero la nada
la infinitud
la eternidad
lo esencial y
perdurable...

La nada que me impulse
que me arroje hacia tan sólo
un imperceptible rayo de luz.



OCASO
 
La tarde se desvanece
inexorablemente
con los últimos rayos de un sol
que obstinado de luz y calor
se marcha al otro lado
del río.

Un día más en la trama
misteriosa de la vida
¡Otro más!

Veo las agujas del reloj
como extravagantes monigotes del tiempo
que sólo marchan
en una dirección.

Es tarde.
Pienso que tal vez me quede
un sueño que deba realizar.
¡Otro más!

Soy tan solo una gota
que quiere ser mar
y se evapora en la arena 
de las intenciones.

¡Otra vez!

sábado, 3 de octubre de 2020

2 poemas de María Cristina Chiama (Buenos Aires, 1952)

1
porque nuestras historias se espían 
sobre el hombro
en algún sitio
y es un hecho consumado
un café fugaz
en un bar al paso
porque el viento cambia de aire
en cada esquina
en vísperas del sol
sobre todo después de una gripe
y un video anacrónico registra sorpresas
como álbum asestado de instantes
por ahí, hasta una aventura usada
o un sueño de segunda mano
una postura inarrugable
un jardín plegado en la terraza
por si los pájaros se envasaran
y el azúcar sin diluir a nivel del agua.




2
es casi un milagro sobrevivir a cada bache
y azaroso recurrir a los bolsillos
ya sin fondo
suena a burla instituida
el romperse el traste para todo
con sensación perezosa 
de ser príncipe como aguja en pajar
y salir de cacería
con poca cuerda con pocas ganas.

viernes, 2 de octubre de 2020

2 poemas de Griselda García (Buenos Aires, 1979)

 Por qué miro a esa mujer

¿por qué miro a esa mujer?
y usted ¿por qué la mira?
¿por qué la miro? pregunta

si se viste así es porque
quiere que la miren
está provocando

¿por qué qué?
no ve qué tetas qué culo

¿por qué miro a esa mujer?

¿y esa? ¿y esa otra?
dios, qué infierno

¿no tengo derecho? 
si les gusta que las miren
después se quejan
de que las violan
yo a mi hija no la dejo salir así

ahora se acerca qué quiere
se hace la guapa la compadrita
cree que me va a apurar a mí

esta mujer ¿qué hace?

¿qué le pasa, está loca?
que se calle que deje de gritar

está loca esta mujer

ella se lo buscó



El negro del mar
Una madrugada fui a la playa
me saqué la ropa y me metí al agua
empecé a nadar y nadar.
Me debo haber adormecido
no sé cuánto tiempo pasó.
Cuando reaccioné estaba muy lejos de la orilla
me había envuelto una corriente
sentía oleadas de agua más fría, más caliente.

Nunca le conté a nadie esto, no me creerían.

Comencé a percibir manchas negras
más negras que el negro del mar
se movían lento, venían hacia mí.
Era un grupo de ballenas jorobadas
en viaje migratorio hacia el sur.
Sentí terror y supe que iba a morir.
Imaginé que una abría la boca y me succionaba
en una muerte lenta como en los cuentos infantiles.

A su paso el mar se inflaba y me elevaba
al bajar, se hacía un hueco en mi estómago.
Paralizado, sin poder decidir, empecé a llorar.
La ballena es mi mamífero preferido.
De chico soñaba que me agarraba de su cola
y paseábamos y conocíamos mundos nuevos.
Pero entre bufidos y cantos extraños
pasaron a mi lado como si yo no estuviera ahí.
Se fueron alejando y el agua quedó en calma.
Cuando pienso que estuve entre ellas
siento que nunca viví algo más terrorífico.

Así son los sueños, llegan en forma inesperada.

Nunca le conté a nadie esto, no lo creerían
pero vos sí, ¿no?

jueves, 1 de octubre de 2020

2 poemas de Washington Atencio ( Entre Ríos, 19 de enero, 1986)

 2 poemas de Washington Atencio (Lucas González)


SEDA ROJA

La mujer arrastra el quimono de amapolas
por un bosque de bambú.
Aprieta contra su pecho el metal
que brilla con los últimos rayos.
No lo esconde.

Es un pájaro de labios dorados
que se desplaza en silencio
y las flores que caen de los cerezos
en un patio lejano
hacen más ruido 
que sus pies desnudos sobre las rocas.

Atardece en los lagos y las fuentes
que se espejan y adormecen.
Tierra, mujer y puñal entienden.
Entre las amapolas 
casi no se nota la sangre.



(de Una hoguera de jazmines, Camalote, 2019)


GALOPE CIEGO

Entierro todas las miradas
semilla por semilla
para que puedas nacer.

Vengo del calor
pero aprendí a desconfiar
de la calma.
 
El frío
otra palabra.
El mar
lengua que se arrastra.

Con la boca sumergida en tierra
gritás trigo, cuchillo, fogata.

Latido seco
voz que se anuda
en tu camisa.

Agarrado a las crines de un recuerdo
beso párpado y horizonte.

Te sueño como se aguarda la lluvia.



(de Nuestra sombra volcada en el río, Aguaviva, 2020)