ENFERVORIZADA
Mi voz perlada de desencanto
retumba en los recovecos de mi alma
perseguida sin mayor fin que
tu presencia, incluida en resquicios
de temor y muerte.
Salvedades a parte, la idolatría muere
y no puedo precisar mi propia insignificancia.
Luz de mi ser, oscuro y lejano,
arte de palomas ateridas,
sarcasmo que enrojece las mejillas,
clara cúpula del desconocimiento.
Poder mirar y no ser
poder alcanzar y no ver.
Con tus brotes reclinados en la espera
me desea el corazón una certeza:
es lubrica, azucena y jazmín:
no quiere volverse carmesí.
Quizás abarca el odio,
quizás, la premura la llama y la erotiza,
suplica es fervor, es avaricia,
clara consistencia del error.
Pecho esgrimido en sano amor
en tristes odios se trastoca,
pétalo feliz, flor luminosa,
claro desentierro de un nacimiento.
LOCUS AMOENUS II
Todo el patio lo parece.
Llamo patio a la selva
que se imprime al lado
de la casa.
En el semicírculo cuadrado
que es la vida.
Emily se para y dirige
su mirada hacia mí.
Su sonrisa alimenta al sol.
Delante de ella,
un hornero y un gorrión,
espectadores ajenos
a su belleza.
Por varios segundos,
la contemplo:
sus ojos, de cachorra insumisa,
devuelven el sentido a las cosas.
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