jueves, 19 de noviembre de 2020

2 poemas de Laura Wittner (Buenos Aires, 1967)

Por qué las mujeres nos quemamos con el horno


La marquita roja la tenemos todas.

Acá en la mano izquierda, con la que escribo

está también mi quemadura de horno.

Si la miro muy fijo, sobre el radio

se me despliega en tres:

se me tridimensiona la muñeca

y entrecerrando los ojos pueden verse

la muñeca de mi madre, la de mi abuela

y, en un tirón hacia delante, la de mi hija

picada de mosquitos, pulida y ya dispuesta

a la marca de la rejilla ardiente.




LOS CHICOS JUEGAN EN LA PLAZA


Más atrás siluetas juegan tenis.

Todavía más atrás está el zumbido

que se eleva desde algún fluir de tránsito.

Y más atrás el paredón

irregular de los edificios caros

de los cuales a esta hora sólo uno

y sólo en los dos pisos superiores

retiene luz de sol, bastante aguada.

Ahora, fijate lo que pasa:

de entre la ronda de pinos que son tu primer plano

alguien, un pájaro, rompe a trinar

a todo lo que da,

con desafío y con oficio:

es breve lo que emite, y eficiente.

Si estabas con la vista sobre el libro

al mirar hacia arriba entendés de un tirón

qué es lo que imanta esas capas superpuestas

de urbanismo irreal que te contienen.

Cómo es que no se desmoronan

estrato por estrato dejándolos a ustedes

desnudos en mitad del escenario.

Pero entender fue tan fugaz

como el grito del pájaro.

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