lunes, 23 de noviembre de 2020

2 poemas de Luis Bacigalupo (Buenos Aires, 1958)

 COMO LAGARTOS


Un día llegó el invierno y nos halló al sol
al amparo de un médano calentándonos
adormecidos por la música que el viento
venía a traernos de alguna lejanía.

Como quien permaneciendo en un sitio
toda una vida sin enterarse o, mejor,
sin vida permanece en un sitio del cual 
ya no habrá de enterarse jamás, 
estábamos solos, allí.

Mañana nunca habría de llegar 
ni mañana ni nunca
ni en nuestros pensamientos dispuestos
de modo perpendicular a nuestros cuerpos y
dispuestos, también, a ocuparse de nada. 

En tanto sigamos quietos no habrá de llegar 
un solo recuerdo a estas orillas que nos vieron nacer 
ni bajar a la playa un resto de infancia, una voz, 
un juego, un atisbo de conciencia de otra realidad. 
Todo

cuanto podía haber a nuestro alrededor
-arena, mar, cielo-, nos pasaba por alto 
igual que esas nubes a las que no prestamos 
la menor atención. Sin embargo

nos complacía por el hecho de haber estado allí 
desde siempre, tanto el aire que respirábamos como
el que abominábamos.

Sin saberlo, debimos de haber abandonado
todo por nada
y cuando el sol se ocultó a nuestra vista
el adiós de los tontos se hizo inevitable.

Pensábamos 
en eso casualmente cuando tendidos al sol 
sopesamos temerosos las consecuencias 
que pudiera acarrearnos proyectar nuestros días
al amparo de un médano en un tiempo 
sin retorno.
Pensábamos en eso con la frecuencia cansina
de las olas, esas que embisten contra 
una rompiente imaginaria y, sin poder evitarlo,
en la cúspide aun de nuestra tristeza, de nuestra
dulce y triste felicidad pensábamos, también,
desde dónde habríamos de precipitarnos
al vacío de un sueño sin fin. Y así,

al cabo de que las formas se sumieran 
en sus sombras y las sombras en sus formas
nosotros hicimos lo propio, aunque volvíamos,
no obstante, a empezar, adormecidos en la arena, 
calentándonos al sol, como lagartos,
en alguna lejanía.






HUMEDADES DICENTES


Nada que nos permitamos decir
o significar en un rapto de escritura intensa 
supone algo del orden de la revelación 
amar
una emergencia o el sentido acabado 
de un propósito 
morir
en tanto entidad sujeta a una lectura 
a una interpretación acerca del poder
autoridad más o menos competente 
intemperancia del verbo 
y sus usos
anhelo, perplejidad, a menudo 

paño que absorbe humedades dicentes 
de la lengua, disidencias solo 
a menudo, porque de vez en cuando también
la excepción se constituye en regla
y lo dicho es arrojado a una distancia razonable
de todo azoramiento. Entonces,

el frío que te conocí, que supe de vos 
aquel frío ingrato no es
este diamante que hoy se apaga.

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