mi hija
sentada al borde de la infancia
con un sombrerito de diario
y zapatillas de raso
nos mira trabajar la angustia
la madre
canta sobre la máquina
y el fuego de la estufa
se duerme
ahora
los tres
la niña
desde el borde
la madre
desde la máquina
y yo
desde el silencio
oímos caer la tarde
como si lloviera.
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me asombró la manera en que lo dijiste
"no querés una plantita,
algo para cuidar
algo para ver crecer
y que sea tu vida"
no
no quiero eso
quiero herramientas
quiero llenar mi casa de destornilladores
pinzas pico de loro
tenazas que trituren huesos
sacacorchos para mis ojos
una bella lima para mi corazón
tornos donde moldear las emociones hasta dejarlas como un cubo
morsas para apretar fuerte
la palabra maricona que me sale cuando oscurezco
y clavos para pegar todo
y trinchetas para cortarme los brazos
también martillos muchos martillos
que no falten encada rincón martillos y cinceles
por cada paso que de en esta casa
de ahora en adelante
daré un golpe
un golpe por cada paso
y con martillos siempre nuevos
que todo se derrumbe
quiero ver los escombros de lo que dicen existe
más y más herramientas
en cada escalón
atrás del inodoro
en las macetas de la terraza
secas reventadas por el sol ahora
habrá esos hijos de las ferreterías
y ni un perro. ni el amado paso de la clorofila
nada que me indique algo de la vida pasada
porque yo he mandado escribir en el dintel
que abandonen la esperanza
y les juro que es el mejor regalo que pueden hacerse.
Querida poeta te estaré siempre agradecido por elegirme para formar parte de esta selección que venís realizando delicada y singular.Muchas gracias por la difusión.
ResponderBorrarMe gustaron mucho los dos poemas, Marcelo, pero sobre todo el segundo. Lo leí sin respirar hasta el último verso.
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