sábado, 5 de septiembre de 2020

2 poemas de Darío Oliva (San Luis, 28 de agosto de 1976)

 (30/V/'20. En homenaje a Abu Silvina, en el día de su cumpleaños 98. Ella partió hacia otro cielo a sus 96).

La paloma
sobre el tendido de cables 
apenas mueve su cabeza
por encima de árboles
y ruidos de la calle.
Ve y escucha
el leve murmullo
zigzagueante 
de las cambiantes nubes.
Tal vez la herida luz
del sol de otoño
tatúe en sus alas
recuerdos de otros días

en otra vida.
Quizá la música del día
rememore 
en su descansado cuerpo 
de algodón de azúcar
vuelos incompletos 
de rama en rama, 
de río en río.
Me gusta pensarla 
como una proyección de abuela 
que viene a visitarme 
desde la otra orilla. 
Su canción, 
una canción de cuna muy antigua,
me colma de inefables juegos 
con su sombra detrás de la mía.
Yo alcanzo también el vuelo 
de esa música secreta 
en la espejada constelación 
de sus pupilas.
Y me levanto y canto 
por otro día en su recuerdo, 
como si ella renaciera 
del mismo soplo de este poema,
poema viento 
que siembra en mi ventana
sonidos de su paso de gacela,
poema tiempo 
que cosecha en mi boca 
luz de lluvia
con la que apenas toco
su piel de rosa.



 13/VIII/'20.

Llega lento el minuto
en que abandonaré
y dejaré de habitar la casa,
y de que ella me habite
en sus ojeras de lluvia
y ocasos prematuros en otoño.
Me descose este instante
en que golpean lejanas,
al trote de nubes,
sobre las ventanas, las voces
de mi abuela y de mi padre
en el eco
virgiliano del viento
que me quema por dentro.
Duplica
mis pasos de hormiga
la fría insistencia del espejo.
Me separo de él 
y reflejo otro tiempo
en la semipenumbra
de cada cuarto.
Enhebra la luz del sol
otro comienzo;
mudo de tierra las macetas,
y hasta el silencio
húmedo de mi sombra.
Por última vez
cierro la puerta.
Que me presten sus alas
las mariposas.
No quiero ahogar mi grito
en un charco de escarcha.
Quiero irme en paz
y sembrar otras palabras
que no me hablen ni duelan
de olvidos y de distancias.

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